Voy a comenzar este blog, retomando los conceptos de otro post sobre los wearables. Artículo que reformulamos con un grandioso ejemplo que me hizo retomar este tema en el ámbito de las bibliotecas.

Tecnología usable, ponible, vestible o como más se conoce en estos días, tecnología wearable significa simplemente dispositivos que podemos portar. ¿Por qué digo simplemente? Porque en realidad, venimos viendo este tipo de dispositivos hace varios años pero lo llamábamos distinto o mejor dicho, no los incluíamos todos en una misma etiqueta: wearable.

En una primera época, llamábamos wearables sólo a la ropa que utilizaba tecnología, porque el verbo así lo imponía. Hoy el término se ha dispersado y por el hecho de ser portable, ha trascendido los límites de la vestimenta. De hecho, en el 2009, escribí lo siguiente en un artículo que actualicé sobre arte y tecnología: “Moda y tecnología: (…) El proyecto I-Wear (Ropa Interactiva): “es una colección de ropa que implica el uso de tecnología en su confección. (…) Algunas prendas interactúan con su usuario (…). Otras interactúan con terceros, a través de controles, o sensores”. (…) Otro ejemplo, y bien argentino éste, es el caso de Indarradtx, “un equilibrio entre polaridades y energía que integra, al mismo tiempo, acciones diversas y multidisciplinarias”. El primer ejemplo ya llevaba la palabra wear pero aún desconocíamos lo que se venía como tendencia.

Hablábamos, en ese momento, de Internet de los objetos, de realidad aumentada, de los google glass. Todo lo que implica portable y ubicuidad al mismo tiempo. Pues bien, todos ellos, además de tener estos nombres específicos, entrarían en la categoría de wearable ya que nos lo ponemos (por ejemplo, los anteojos).

En relación a la Internet de los objetos, podrían objetarme que las heladeras que twittean (ejemplo bastante usado ya en este tipo de tecnología) no puedo ponérmelas. Es verdad, pero de la Internet de los objetos, lo que se tiene en cuenta es la capacidad de dar un feedback a través de la información que ciertos sensores recogen, que también es una característica del concepto de wearables. Y cumplen con la ubicuidad: no necesitamos estar en la casa, sentados en la compu para recibir la información que un objeto nos quiere enviar, por ejemplo, la heladera.

Por eso es que vuelvo a citar el famoso y ya vetusto ejemplo de la heladera. Porque de verdad es el que más se asemeja a este ejemplo que describiremos. Unos deben acordarse de comprar comida (jamás sería mi caso), otros deben acordarse de leer.

Resumiendo: son objetos que usamos (desde una zapatilla hasta un anillo) que tiene sensores y que producen efectos. Y por supuesto, los llevamos con nosotros. Pueden seguir leyendo más sobre el tema, workshops y tener más ejemplos de uso, en el post (bastante viejo, por cierto), que les comentaba al inicio.

Recordemos siempre que en este mundo inagotable de información, donde cunde la infobesidad, infoxicación, etc., las instituciones culturales también deben aprender a curar la información extra que atraiga a los nuevos usuarios. Empezar a pensar cómo transmitimos mejor la información a través de los dispositivos wearables y qué información. Es un pensamiento sinóptico de forma y contenido.

Y ahora vamos al ejemplo que nos convoca:
Promocionar la lectura no es tarea fácil. Penguin Books sede Brasil decidió abordar este problema expandiendo el mercado de libros. La idea era usar la tecnología móvil para dar a los libros una voz en las redes sociales, animando a los lectores digitales a volver al papel, así que creó la campaña «Tweet for a Read» para promover su marca con el fin de llevar a los lectores a sus libros. Y no tuvo mejor idea que utilizar las redes sociales. El público objetivo de la campaña fue el “nuevo” lector, ese al que todos los días tratamos de “atrapar” y, especialmente a aquellos que han dejado de leer, justamente, porque pasan sus horas libres navegando en Internet, facebookeando, twitteando, etc.

Para lograr este objetivo, Penguin desarrolló un señalador con la tecnología del wearable que envía un tweet a los lectores para recordarles que regresen a sus libros cada vez que pasa más de una semana de la última lectura. En lugar de decir “ojo, que se acabó la leche, ¡ve al supermercado!, la idea sería “ojo que hace una semana que no abres el libro, vuelve a él”

El señalador está equipado con un temporizador, un sensor de luz en la parte inferior y un nanocomputador con un chip wifi en la parte superior. Cada vez que se cierra el libro, el sensor detecta el apagón e inicia una cuenta regresiva. Si el libro no se abre después de una semana, el nanocomputador se conecta a una red wifi y envía un tweet al lector con extractos del libro.

Dado que en Brasil se accede, en general, a través de teléfonos inteligentes a todo lo que implica Internet y redes sociales en particular, los tweets llegaban a los lectores directo a sus manos.

Los wearables, entonces, son objetos que llevamos encima y que pueden hacer muchas cosas: lucirse o monitorear, sensar lo que hacemos, sentimos, etc. Todo eso que recolectan no queda en paréntesis, sino que se desplaza, se divulga, se comparte con el objetivo de recibir respuestas antes esas sensaciones o deseos o gustos que han sido monitoreados.

En el caso específico de los museos, y en este caso de las bibliotecas, como decíamos antes, su función más importante a nivel cultural podría ser la posibilidad de convertirse en un dispositivo que sense lo que los visitantes y lectores ven, eligen, les gusta, repiten, etc. Trackear, lograr una trazabilidad de lo que se consume (un seguimiento). Es como hacer realidad eso de “un pajarito me dijo…” que hoy, con la figurita de Twitter, estaría más cerca que nunca de hacerse literalmente realidad.

La famosa experiencia del usuario enriquecida sería parte del feedback que pueden adquirir a partir de “vestir” estos dispositivos.

«Tweet for a Read» fue nombrada una de las 10 Ideas de Innovación y Publicidad más importantes de 2014. Más importante aún, la campaña alentó a los lectores a continuar leyendo libros. Los prototipos «Tweet for a Read» se agotaron en pocos días. Cada día, más y más lectores solicitaban el producto. Después de la campaña, Penguin comenzó el proceso de hacer un producto «Tweet para una lectura» a escala industrial para satisfacer esta demanda.

Es obvio que podemos engañar al libro abriéndolo y cerrándolo sin siquiera leer una línea y también podríamos ponernos un reloj despertador y obtener los mismos resultados (o no resultados). Pero la cosa es innovar, impactar, llamar la atención. Si me lo hubieran descripto de ese modo, con un despertador, posiblemente no hubiera escrito este artículo.

Obviamente se preguntarán cómo pasar de una cuestión personal (un señalador) a una cuestión colectiva, o simplemente a una buena práctica para implementar en una biblioteca. Pues bien, allí llega la segunda parte que, en realidad, es de otra empresa, pero que complementa perfectamente con lo anterior y diversifica tecnologías.

Los estudiantes de Nueva York han ideado un concepto interesante: «La biblioteca subterránea». La primera parte, no nos interesa mucho porque ya lo hemos visto en múltiples ejemplos. Escanear un QR (realidad aumentada) y obtener extractos de libros, poemas, etc. Sin embargo, esto no termina acá. De por sí habíamos hablado de la creación de “suspense” que se genera, teniendo que quedarnos con las ganas, luego de leer un extracto, que ya es una buena estrategia. Pero acá va la segunda parte, el momento en que entra la biblioteca propiamente dicha.

Una vez que el lector llegó al subte, encontró la biblioteca (estantes), escanea el código, lee un extracto, etc., a partir de un sistema de geolocalización, se le indica dónde puede encontrar el texto completo. Más específicamente, la biblioteca más cercana en donde se encuentra el libro. Este hecho, a su vez, implica tácitamente el efecto de fidelización ya que a la tercera vez que nos indiquen la misma biblioteca, es evidente que empezaremos a mirar con mejores ojos al establecimiento, y a tenerlo bien presente para futuras búsquedas.

Las publicidades no siempre logran hacer realidad un producto, pero que pueden darnos ideas… no cabe la menor duda.

De la ‘haute couture’ a la ‘tech couture’