Hace unos meses, Carina Lion me convocó para escribir, junto a ella, el capítulo de un libro. Al principio, ante el listado de nombres y de temas que me comentó que escribirían los otros coautores, me sentí un poco inhibida. Trabajo en educación, pero no sé de teorías de aprendizaje ni de metodología, ni de desarrollo de propuestas didácticas. Soy una investigadora, una muy buena, por cierto (tampoco voy a hacerme la pobre infeliz…), pero no me quedaba claro, el por qué real de la convocatoria.
Recuerdo que estábamos en el bar de la Biblioteca Nacional, junto a otras de las coautoras, Alejandra Zangara, que me dijo: “Beti (sí, lamentablemente ella, Carina y mi amigo Santiago me dicen así. Son los permitidos), si Carina dice que podés, es que podés”.
Y, efectivamente, ya nadie pudo pararme ante la propuesta (¡necesito que escribamos un segundo libro!). ¿Por qué? Porque nuestro capítulo clamaba por algo que, desde hace mucho tiempo, intento transmitir cuando hablamos de si los chicos leen, si leen poco, si leen “mal”, etc. que es simplemente el hecho de que estamos equivocados, de que leen un montón, pero que leen otras cosas, que aman participar, que aman que se les pregunte, que están ávidos por resignificar, cocrear, participar, entre otras cosas. Y este capítulo, insisto, nos permitió darnos el lujo de ir a preguntarles. Cosa que muy pocos tenemos la valentía de hacer.
Seríamos una especie de voceros de los adolescentes, y eso me conmovió y estimuló particularmente.
Qué decimos en las primeras líneas:
“En muchas ocasiones, somos los docentes quienes teorizamos acerca del aprendizaje de nuestros jóvenes. Por eso, quisimos “escucharlos”; comprender qué piensan; cuál es su relación con las tecnologías intentando no dar por hecho aquello que suponemos o creemos que piensan.”
Esto implicó un gran recorrido y consecuente aprendizaje para ambas. Nos dimos cuenta de muchas cosas útiles que expandirían nuestras estadísticas, y conclusiones, mientras escribíamos. Era como un ser vivo. Terminábamos una hipótesis, hacíamos la pregunta correspondiente a los jóvenes, y en seguida aparecían nuevas reformulaciones.
“Cierto, las preguntas las formulamos nosotras; pero fueron transformadas y validadas por jóvenes antes de su implementación.”
En una nueva oportunidad, no cabe duda de que hasta las preguntas deberían ser formuladas por los propios jóvenes. Ya sea por el lenguaje que utilizan, ya sea por los intereses que no habíamos tenido en cuenta, ya sea por otros aspectos que llegamos a describir en el libro:
“Sin embargo, aún hubo quienes nos preguntaron por ciertos vocablos (tales como “análogico”) que nos hacen un guiño en cuanto a la necesidad, no solo de ver cómo las elaborábamos (a las preguntas), sino también qué palabras/términos usábamos u otros detalles. Asimismo, algunos jóvenes expresaban su percepción de que, aún cuando hubiéramos intentado acercarnos a su pensamiento de primera mano, el modo de preguntar se “parecía al de sus padres o al de sus profesores”. Es interesante pensar, entonces, para un futuro en una nueva encuesta, la posibilidad de integrar la pregunta: “¿qué te gustaría que te preguntemos? o, directamente, un espacio en el que ellos mismos se preguntaran entre ellos (peer to peer).”
Dice Carina Lion: “Este capítulo no arroja resultados de investigación. Son pinceladas que van dando cuenta de otras miradas que nos ayudan a reconocer quiénes son estos jóvenes en relación con sus concepciones de aprendizaje, en la complejidad de los escenarios digitales; cuáles son sus voces, sus reflexiones, inquietudes y qué tendencias marcan.”
Ahora volvamos a mi elección por parte de Lion. Hace varios años que uno de mis temas de preferencia ha sido la promoción de la lectura. No sólo por mi amor por ella y mi título de grado, sino porque al integrar a las tecnologías como herramientas válidas, un mundo se abrió para ampliar y convocar en ese plano. Y les aseguro que hay mucho por recorrer. Gracias a FLACSO que me contrató en varias oportunidades para capacitar a bibliotecarios de diferentes provincias, hemos podido ver que los adultos están ávidos por transmitir el amor por la lectura, por atraer con mayor intensidad a este público deseoso por participar, leer, crear, resignificar… y creo, que no solo se ve en las capacitaciones, sino también en los concursos.
Hago un paréntesis.
Hace menos de un mes, participé como jurado en el premio VivaLectura que organiza Santillana, categoría entornos digitales. El primer premio lo ganó Cecilia Malik de Tchara, docente del Colegio Gabriel Taborin Córdoba, capital. La iniciativa proponía “a los alumnos de 5.° año desarrollar nuevos hábitos de lectura, construyendo itinerarios donde dialoguen producciones consagradas con sus propias actividades de escritura incorporando diversos recursos tecnológicos. (…) A través de la selección de un tema se trabaja con un corpus de textos narrativos, poéticos y dramáticos que los alumnos leen en sus casas y después debaten en clase. Luego se trabaja con actividades de lectura y escritura, utilizando diversos recursos y soportes que les permita abordar y expresar el habitar del mundo ficcional para transmitirlo a otros”.
Lo cito porque lo más interesante fue oír luego a Malik agradeciendo su premio y evidenciando que ni ella se había dado cuenta de lo que tenía en las manos. Oro puro, transmedia pura. Pero esto lo voy a desarrollar en otro post. No quiero spoilear. Solo lo señalo porque se notó, en todos estos proyectos digitales, la avidez de los jóvenes por leer, por participar por co crear, por PERTENECER.
En fin. Participar de este libro fue, además de un honor, volver a señalar la importancia que tiene escuchar al otro, en este caso, los jóvenes. Permitirles hablar para que, de ese modo, y al contrario de los que algunos piensan, poder nosotros, los adultos, los docentes, mejorar.
Cuando uno escucha al otro, no es que le deja el lugar vacío para que lo “invadan” y nos desplacen. Muy por el contrario, escuchar al otro permite un trabajo en conjunto en donde ambos equipos: adultos y jóvenes, docentes y alumnos salen ganando. Sinergia. Aprendizaje no unilateral. Sacar provecho sin miedo y con ganas.
Les recomiendo fervientemente este libro porque todos sus capítulos tienen una perlita. El nuestro, de más está decirlo, por lejos, el mejor.
Aprendizaje y tecnologías. Habilidades del presente, proyecciones de futuro
Autores: Sebastián Benítez Larghi, Paula Dieser, Betina Lippenholtz, Mónica Melo, Cecilia Sanz, Alejandra Zangara, Carina Lion
Compiladora: Carina Lion
Les dejo unos enlaces que creo pueden ahondar en este tema de la promoción de la lectura, a partir de la inclusión inteligente de las tecnologías y, por sobre todas las cosas, la promoción de la lectura a través de los deseos del otro.
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