Hace poco, volví de mis vacaciones. Soy muy digital y todo eso pero cuando me voy, me desconecto de todo (o me desconectaba). Salgo a disfrutar y a descansar y, la verdad verdadera, es que no me importa mucho que me vean los otros o ufanarme de lo genia que soy por subirme a un globo para ver la Cappadocia. Y de humilde o poca narcisa tengo poco. Pero no me había dado por ahí.

Este año, las cosas cambiaron un poco. Llevé un buen Smartphone y, día a día, subía algunas fotitos en facebook, contando alguna anécdota en especial. Sigo sin subir todas las fotos. Esas están en mi cámara de mano. Pero una fotito especial: un beso, una palabra, un suceso…

Me llevé una gran sorpresa. La gente empezó a mandarme comentarios que no esperaba: “¡Qué buenos que son tus viajes!”. “¡Qué loco eso que haces!” “¡Lo que debe ser viajar con vos!”, “¿Cómo te enteraste de eso?”, “¡Donde queda ese lugar, por Dios!”. Y realmente me impactó. Hace 20 años que viajó así, un poco distinto a los demás, buscando lugares poco turísticos, buscando el detalle, etc. y nunca nadie había estado tan interesado en mis experiencias turísticas. Las redes sociales no existen… pero que las hay, las hay. Hablo de un modo de storytelling diferente.

Algunos cometaban con humor ¡y todo!

La realidad es que mi modo de viajar es, de verdad, poco usual. Especialmente porque estudio muchísimo antes de irme. Casi 6 o 7 meses antes, empiezo a leer todo foro, guía, sitio web que pasa por mis ojos. A veces pongo frases inusuales como frases claves inusuales para encontrar…lugares inusuales. Y además, en varios idiomas. ¡Un trabajo de locos, no se vayan a creer! Así, surfeando, encontré la anécdota de los gatos del Hermitage que cuento en otro post.

El espectro se torna infinito e interminable, razón por lo que no cualquiera puede, sabe o quiere hacerlo. Por algo me dicen chica link, por algo mi profesión es la de documentalista multimedia y como explico siempre: “no filmo documentales, busco información” (una especie de bibliotecaria/referencista internética), por algo creo que un bibliotecario guía turístico, como voy a explicar en breve, no sería para nada una mala idea.

Los viajeros, los hay de muchas clases. Eso es evidente. El que le gusta que le organicen todo, el que no deja que le organicen nada… Pero también hay subdivisiones, diría yo. Tengo varios que me dicen que sería increíble viajar conmigo pero apenas les digo que miren 6 enlaces (no 200 como miro yo) les agarra urticaria. ¡Tampoco soy una esclava! Me ocupo de estudiar, pero la opinión del otro también cuenta, suma, descarta… Así que si alguien lo hace, es decir, organiza un viaje un poco diferente y personalizado, a partir del material con el que una biblioteca o un referencista con ganas puede ofrecer, sería grandioso.

Es evidente que ya hay tours y agencias que hacen viajes a medida, on demand, pero con dos inconvenientes. Uno, que aunque digan “culturales” se remiten a lo obviamente cultural: museos famosos, librerías grandiosas y conocidas, etc. Culturales, entonces, sí, pero inusuales, definitivamente, no.

De este rubro, por ejemplo, yo diría: un museo que no está en todas las guías es el de Kazán, que tiene juegos y cosas rarísimas. O el museo del juguete en Serguiev Possad (al que nadie va, porque allí se va para otra cosa…). Es decir, un pasito más, unos 2.500 enlaces más (chiste, ¡no se asusten!).

El otro inconveniente con esto de los viajes personalizados de las agencias es que sus “categorías”: culturales, aventureros, etc. distan, muchas veces de resultar muy personalizadas.

El otro día justo le preparaba un listado a un amigo para una semanita en New York y, por supuesto, estaban los museos más conocidos: El Met, el MoMa o Museo de Historia Natural pero nadie citaba los que, para mí, son imperdibles: el Cooper Hewitt con su lapicito digital que sólo ellos tienen o el Whitney museum que, ahorita mismo, lo tiene a Calder en exposición. Y las categorías que busqué eran un poco más exóticas: helados, cines al aire libre, milongas, observatorios astronómicos, sinagogas, etc.

En ninguna guía encontré info sobre esta increíble calesita en la que sus “caballitos” son solo insectos en el Bronx o dónde se come el mejor pie de lima/limón.

La propuesta no es ir a la biblioteca a sacar guías de turismo en préstamo, sino pedir a un bibliotecario que te ayude a viajar distinto. Un mediador.

Otras tantas veces me han preguntado por libros que hablen de un lugar en especial. Y ahí también el abanico se abre de manera impresionante. ¿Un libro que hable de su comida? ¿Sus costumbres? ¿Su historia? ¿Su política? ¿Sus tradiciones? ¿Que simplemente sus protagonistas vivan allí? ¿Paseen por allí? ¿Busquen trabajo en esa ciudad?, ¿Se enamoren?…. Ya ven que podría seguir indefinidamente.

Cuando estuve en Nepal me enteré de la historia de las kumaris: unas niñas que son elegidas de manera muy especial, y que pasan a ser diosas. La pasan bastante mal, se los aseguro y, además, cuando ya son mayorcitas, lo de Diosa se diluye en un santiamén y las pobres no saben qué hacer de sus vidas. Viven en otro lugar, en un templo, sin su familia… recuerden que ¡son niñas muy pequeñas!. Pueden asomarse a una ventanita sólo en días de fiesta o así, de casualidad.

Así que, se podrán imaginar que todas las veces que entraba en un templo en el que aún hay una kumari, rogaba porque se asomara. No me sucedió. Pero volví y solo quería leer sobre eso. Es decir que los libros o referencias me hubieran servido ¡para antes y para después! Ni que hablar de acercarse a la mediateca y embeberse de la música del lugar que se va a conocer…¡Hasta desfile vi en una madrasa! Nada que envidiar a Christian Dior…

Porque además y, justamente, estando en una biblioteca y no en una agencia de turismo, todas las categorías y rubros son posibles: deporte, cocina, música, videogames, sitios web… Todo en un mismo sitio para recolectar, pensar, armar…

El bibliotecario está preparado para ser ese mediador. Porque su tarea habitual es la de asociar para poder referenciar. No es un simple acomodador o guardián de libros.

Me voy a Italia: historia de la pizza, películas de Fellini, programas vintage (le encanta a la gente esta palabra) de Rafaella Carra y Rita Pavone, ni que hablar de leerse el cómic de Dylan Dog. Les puedo asegurar que ese viaje será único. De verdad, personalizado, exclusivo, exótico e inusual.

De más está decir que las Tic (nuevas tecnologías) ayudan muchísimo a este temita de los paseos. De más está decir, también, que la mayoría, como en la vida analógica, no sirven para nada, funcionan en dos países con lo cual, si de verdad queremos ser originales y viajar a, digamos, Uzbequistán… no hay ninguna app que cubra el espectro. Acá es cuestión, por el momento, de ver cómo te hacen viajar, qué tiene de original en la propuesta, etc. La última que vi más acorde con el post que venimos desarrollando y con esto de salirse un poco de la norma es Sidekix que, confieso, aún no he probado. Pero que se presenta, al menos en su Home con propuestas que «auguran» cierta diferencia. Los trayectos son a pie, cosa que a esta altura es original pero no tanto. Pero lo que sí me llamó la atención fueron las temática o «categorías: Cinematic Paris, Tel Aviv’s Shaping & Shaking Cocktail Scene, Indulge in Red Hook Brooklyn’s Seaside Foodie and Artistic charms… De hecho, señalan el famoso pie de limon que les citaba como algo que fue ¡casi secreto que encontré!. Veamos algunas de las ciudades. Cierta originalidad ya demuestran con esta lista: Andorra, Perth, Bangladesh, Belarus, Georgia, Iran, Iraq, Kuwait, Montenegro, Vietnam…

Esto es lo que hoy se llama creación de contenido. Curador, nutricionista, referencista…Reunís todo y ni te cuento la guía que te armas o que te pueden ayudar a armar. Otra que Rayuela…