Hace mucho que quiere empezar un blog o un instagram o algo que me permita contar qué es el cine para mí. En mis perfiles, me declaro cinéfila empedernida, y esto tampoco se sabe muy bien a qué se refiere. ¿Sé de cine? ¿Estudié cine? ¿Me gusta ir al cine? No. Simplemente amo ver películas y hasta diría que prefiero verlas en casa con una linda manta y una rica comida, aún cuando esto implique resignar una pantalla de infinitos metros, o la mismísima alta definición o hasta ver una película doblada. Esto casi que sí lo evito, pero ya verán que mis búsquedas, tal como lo explicaré, que me llevan a veces más de 10 años, lo amerita. Eso sí, si estoy de viaje, el cine es visita físicamente obligatoria. He visto La fábrica de chocolate en vietnamita, he visitado el cine más pequeño del mundo en Roma, he visto The avengers en japonés, me hice un picnic en un cine en India… Pero bueno, eso más que cine es una experiencia religiosa.

Para mí ser cinéfila es tener un listado, desde hace 18 años en el que voy anotando películas que me interesan ver. Es buscarlas hasta encontrarlas, sino pregúntenle a Natalia Cohen que es una testigo de mi persistencia. ¿Hace más de 5 años que hablamos de una película sobre Klimt? Ya no lo recuerdo, pero no olvidé buscarla y finalmente la encontré. Yo puedo esperar.

Este listado tiene hoy 64 páginas: un renglón por película. Hagan la cuenta. Todos los días, las recorro y voy buscando dos o tres películas. Si ya la busqué, la marco en amarillo para no volver a buscarla hasta que el listado está todo amarillo y vuelvo a ponerlo en blanco. Eso puede suceder cada 6 meses o más, y ahí vuelvo a empezar.

Dos preguntas que me hacen siempre: ¿dónde la encontraste?, ¿cómo supiste de su existencia?

La primera respuesta es que recibo en mi feedly (lector de RSS), que no me detendré a explicar qué es, pero en todo caso, sintetizo que es un modo de recibir noticias todos los días de sitios web que me interesan, sin tener que ir a buscarlos y abrirlos cada día. Son como 500 sitios, así que sería ridículo abrir uno por uno cada día, y ya que lo tengo instalado en mi computadora para y por mi trabajo… Porque para trabajar en Educación, no solo se miran sitios con ese rubro. Uno bien puede encontrar una película para describir tal o cual concepto. Fue el caso de uno de mis artículos publicados en Educ.ar, en su momento y que hoy está en mi sitio personal.

Entonces, me llegan noticias de festivales de todo el mundo, o noticias sobre un tema y ahí me las pongo a buscar. Por ejemplo, el otro día me llego una noticia que hablaba sobre las mujeres piloto rusas que formaron un escuadrón en la segunda guerra mundial a las que llamaban las brujas de la noche. Así que tomé cada uno de los nombres de las que eran citadas, y me fijé en IMDB si había películas sobre ellas. A veces me gusta un director o un actor y me bajo toda su filmografía. Por eso mi lista de películas es infinita y nunca se termina. Porque las ramificaciones son infinitas y los modos en que llego a ellas, más aún.

Programa del festival israelí de New York: voy al programa y miro cada una de las 55 películas que se exhibirán, leo si me interesa por alguna razón y va a mi lista. Programa del Festival de cine de mujeres de Estonia, y así podría seguir dándoles ejemplos de cómo llego a saber que hay una película que trata sobre un perro que narra sus peripecias como mascota de un jerarca nazi en primera persona, entre otras rarezas a las que, evidentemente, llego de casualidad. Es de hecho un corto que aún no he logrado encontrar. A veces es un libro que me fascina y busco a ver si de casualidad se ha hecho una película. Un ejemplo de esto que salió mal. El bueno, fue el caso de El tiempo entre costuras. Amé el libro y la película me gustó mucho. Volvamos al caso que salió mal.

Uno de los mejores libros de mi vida es El médico de Noah Gordon. Fui a ver si había una película y llego a la página del mismísimo Noah Gordon anunciando que se haría una. Les escribí, etc. Dos o tres años después, veo que efectivamente la película finalmente se hizo. El mejor libro de mi vida, la peor película de mi vida. Y eso que trabajaba Ben Kingsley. Le tenía fé, pero no. Malísima.

O al revés. Vi la película Le hérisson y me fui en búsqueda del libro. Maravillosos ambos. Y a veces un poco y un poco. Amélie Nothomb con Stupeur et tremblements me voló la cabeza. Foenkinos con su libro La delicadeza, también. La película no tanto. A veces la peli es maravillosa, a veces el primer libro es maravilloso y los que le siguen no me mueven ni una pestaña… Vamos y venimos.

Debo decir que el cine animado no me llama particularmente la atención, pero lo primero que hice después de ver Persépolis fue ir a comprarme el libro y aún, sin haber visto el libro (no sé si existe), puedo decir que me perturbó de manera increíble Waltz with Bashir. Ni que hablar de la primera escena en que da a luz en la película Kirikou et la sorcière.

Eso no significa que todo lo que busco lo encuentro, o que cuando la encuentro la película resulta extraordinaria. Al contrario, en todo ese maremágnum de películas solo el 10% o menos resulta interesante, pero como una vez escribí en un artículo, hay que besar 100 ranas antes de que una se convierta en príncipe.

Segunda respuesta, en general las descargo. Muy pocas veces están en Netflix y no miro películas en Youtube. Cómo las descargo y cómo agrego los subtítulos y todo eso es más aburrido así que lo dejaré para otro post. Debo reconocer que a veces no encuentro los subtítulos y las veo igual, si entiendo el idioma, obviamente, pero lo anoto en mi listado con un llamado porque, siendo la proveedora oficial de películas para mi mamá, eso es imperativo. Detalle no menor. Mi mamá es hipoacúsica así que las películas españolas o argentinas resultan casi imposibles, porque es muy difícil encontrar un subtítulo en español para una película en español. Mala para los que aún no han comprendido que esto debería ser obligatorio.

Por eso, hago ese comentario al lado del nombre en mi lista, porque llega un día, dos o 10 años después que al final, alguien sube un subtítulo que me faltaba o nace Netflix y tiene algunas películas en español subtituladas. No siempre cuento con la paciencia de mi mamá, cinéfila aún más empedernida que yo, pero se olvida y de pronto, 5 años después le llega la sorpresa.

Eso me pasó ayer, por ejemplo, con una película, Freedom writers, que vi hace mil años, y quería que la viera mi mamá, pero no conseguía los subtítulos en español. Rapidísimo le escribí para que la viera en Netflix porque la habían incorporado y, obviamente con los subtítulos.

Así que, aunque ella crea que me olvidé o desistí, no es así. Hay un llamado al lado de la película que dice «mami», y que significa exactamente eso: que yo ya la vi en lengua original o con subtítulos en otro idioma o doblada, pero que aún debo insistir en la búsqueda del subtítulo en español porque quiero que ella la vea.

Otro llamado que utilizaba era «pasar a fijo» o faltan subtítulos. El primero ya no lo uso. Mi videoteca estalla y no tiene mucho sentido seguir acumulando. Si me interesa, la vuelvo a bajar. Me resulta más fácil que buscarla en los mil porta CD que no están clasificados. El segundo es porque está en un idioma que, aunque sea muy políglota, no lo logro entender. Ruso, japonés, checo y millones más. Necesito, indefectiblemente el subtítulo.

Paciencia, tengo mucha paciencia y mil películas que sí logro encontrar en el mientras tanto. Ese es otro detalle. Mi compu no se apaga desde 2005. Miento, se apagó en esta cuarentena porque se me rompió, así que tuve que mirar Netflix y series. Sí, un problema, ahora les cuento, pero lo que quería decir es que la compu está siempre bajando películas, así que tengo 50 en mi disco externo que conecto a la televisión para verlas, 50 esperando en mi compu y 50 más que se están descargando. No tengo apuro, siempre tengo resto.

Las series. Desde Lost en adelante nunca vi una serie. No las aguanto. O mejor dicho no las aguantaba. Recuerdo que mis amigas Inés Roggi y Carina Maguregui me decían que yo tenía un problema sintáctico/mental. Una incapacidad para ver ese formato. Inés llegó a decirme: «la cosa es así, tenés que mirar al menos 8 capítulos para abandonar». No lo logré. Pero en esta cuarentena, en la que todos tuvimos que aprender, ceder y otras acciones, sin compu para bajar, tuve que resignarme y hete aquí que me enganché. Repito, ni Mad Men ni Breaking bads ni nada. Pero después de ver River y Giri/jahi ya no hubo vuelta atrás.

Obviamente me manejo igual. No puedo con mi genio y después de bancarme (con placer) las dos mil temporadas de Homeland, me fui a buscar obviamente la original, la israelí, que se llama Hatufim. Un poco violenta, pero de ahí en más, todo lo que tenga que ver con Gideon Raff será incluido en mi lista para futuras búsquedas. Y, por si esto fuera poco, he descubierto que amo las series y películas de espionaje. Amé The americans. Y ya busqué todas las películas que existen sobre Mata Hari y todas las que tratan sobre el tema de la formación rusa de espías. De hecho, encontré películas muy interesantes. Ahora no recuerdo, pero ya las buscaré porque tengo otra lista: «Películas que amo».

Algo similar me pasó con Poco ortodoxa que me pareció pésima, pero no podía dejar de llamarme la atención la protagonista, Shira Haas, de la que me bajé (o en eso estoy) toda su filmografía y, de hecho, la vi en Shtisel que me encantó, y en A tale of love and darkness, película que adoré no solo porque está ella sino también Natalie Portman, actriz que venero. Es justamente una de las que están con el llamado a pie de página que dice «mami». No logro encontrar el subtítulo en español.

Pero vayamos a lo más importante y que tiene que ver con el inicio de este post, ¿qué es lo que me motiva de una película para que le ponga un 10 o quiera abrir un Instagram? A veces el tema, a veces la música. A veces simplemente una escena. Recuerdo particularmente dos películas para darles de ejemplo. La primera, una india, no recuerdo el nombre ahora, y de la que solo recuerdo una imagen: mil personas bailando con saris de diferentes colores, pero en gama. Los que me conocen saben que tengo un toc respecto al tema de los colores. No podía creer la belleza de esa perfección de colores engamados. A veces es una danza que me hace llorar como la de Bodas de sangre en la que los cuerpos no se tocan, pero en la que se ve una sincronía perfecta de movimientos. A veces es… no sé, algo. De músicas, podría hacer una lista aparte. Amo descubrir voces y compositores que jamas había oído antes y de los que, obviamente, también rastreo todo lo que han hecho. Mambo El soudani es una de ellas. De hecho, ni siquiera recuerdo en qué película la escuché.

Ya no escribo sobre cine, lo hice. Pero ya no tengo ganas de andar descifrando el por qué de algo, o si se basa en los parámetros de la nouvelle vague, o no. Ya no me interesa. Solo me interesa disfrutar y por eso también veo lo que se llaman películas pochocleras, porque a veces es momento de disfrutar de un Superman, y no de una película de 8 horas que no entiendo y que me aburre, pero que quedaría bien decir que es buenísima. Mi madre es una sirena o una película de Elvis es mi chocolate en días en los que me siento triste y, evidentemente, de películas de culto tienen poco. Por suerte.

Mi límite es 20 minutos (en los libros, la página 100 o la página 2, depende cuán tolerante esté ese día). Si a los 20 minutos no pasa nada interesante (para mí), ya no vale la pena seguir viendo. Porque, como aclaran algunos: “pero mirá que en el minuto 59 aparece” … Gente, si un tipo tardó 59 minutos en hacer que algo aparezca, ya no es mi tipo. Lo siento. Ya a esta altura puedo darme el lujo de dejar una película o un libro sin terminar. Mis días de estudio terminaron. Hoy, insisto, en lo que concierne al “deber ser” o “deber hacer”, me tiene sin cuidado. Al menos en lo que tiene que ver con películas y libros.

Por eso a veces me resulta muy difícil recomendar películas, porque mi amor por cada una de ellas no es consecuente, no conlleva un estilo, una escuela, un director. A veces es un sonido, un vestido, una frase como la que tengo en mi perfil que fue tomada de la película Vengo de Gadlif, o su canción principal que, cada vez que la oigo, no puedo parar de llorar. Me emociona profundamente.

Puedo confirmar que las asiáticas me resultan joyas visuales, que con las indias no puedo dejar de bailar, y que veo bastante poco cine argentino. Que las italianas y españolas dejaron de gustarme hace bastante, que he descubierto que el humor rumano es glorioso, que varias iraníes me aburren profundamente, y así estamos. Así que al que le interese saber más de este cine que encuentro casi de casualidad, no tiene más que seguir la cuenta de Instagram @1kilodecine, y si no encuentran la peli y puedo, se las paso por we transfer. Estamos entre Cinéfila compulsiva o cinéfila caótica o cinéfila ecléctica o cinéfila random o el cine que me conmueve… Pueden votar o mandar sugerencias. Serán gratamente recibidas. ¡Eso es todo por hoy folks!