¡Dejémonos de joder muchachos!. Los tiempos han cambiado y eso de que las instituciones culturales no pueden ser manejadas como clientes, empresas, etc. está demodé.

Cada vez que nos tratan como objetos vendibles, nos viene una urticaria… pero la verdad es que los tiempos han cambiado y lo que antes limitábamos al espacio del comercio, ventas, publicidad, marketing, etc., se desplaza raudamente.

Palabras tales como fidelización o estrategia no entraban dentro del ámbito intelectual y cultural, porque eran consideradas como vocablos con cierto grado de especulación y de beneficio oneroso. Yo agregaría, eran consideradas con cierta rigidez… Pero hoy en día, nos guste o no, estos vocablos que implican procedimientos, acciones, etc. se mueven entre las instituciones culturales como pez en el agua, o en eso están. No nos olvidemos que lo mismo sucedió con prosumer, gamificación, BYOD, entre otras. Todas palabras y conceptos que nacieron para explicar acciones en un campo y que se fueron desplazando a otras áreas.

Tampoco hay que ponerse tan nervioso. Es evidente que muchos de estos procedimientos eran utilizados pero o tenían otro nombre, o los usábamos sin ni siquiera darnos cuenta. Pero “vender” siempre se vende. Con plata o sin ella. Resumiendo, algo siempre se ofrece y siempre se necesita que haya alguien para recibir esa oferta. Puede ser un cuadro, un libro, o un martillo.

El término fidelizar, posiblemente sea el que más hemos integrado sin patalear. Pero fidelizar no es más que atraer, convocar, invitar, provocar, comprometer, “enganchar”, motivar… sean clientes, usuarios, lectores, amantes de la cultura, poseedores de millones de dólares…

Que no nos engañe e lenguaje. Es solo eso. No más que eso. Al contrario, creo que deberíamos estar felices de poder aprender nuevos modos de atraer a “intelectuales” sea cual sea el nombre que le pongamos. No seamos tan elitistas, tan los que nos hacemos que el arte y la cultura son placeres etéreos. Si publico un libro, me encantaría que la gente lo compre. Y para eso, hay que mover un poco la maquinaria de la publicidad. A nadie se le caen los anillos y no nos «mancharemos las manos», ni nos quedaremos mancos como para no poder volver a escribir.

Por eso, hoy les quiero dar un ejemplo que me pareció brillante y que podrá ejemplificar todo lo que hemos venido diciendo en los infinitos posts sobre fidelización, experiencia del usuario, compromiso, “pertenecer”, etc.

El Philadelphia Museum of Art lanzó una campaña de “marketing” que se centra en sus visitantes (usuarios, “clientes”…). Desde el vamos, es interesante señalar que lo hace junto a una agencia de publicidad, el Brownstein Group.

El punto clave: tomar al museo como una “marca” para atraer a nuevos visitantes y aumentar las visitas al mismo. Su nombre: “Una sorpresa en cada visita” que esgrime la idea de que todos los visitantes, independientemente de su origen, encuentren algo nuevo y sorprendente en cada visita.

Dijo Jennifer Francis, Directora Ejecutiva de Marketing y Comunicación del museo. (Abro paréntesis, Directora de Marketing y…): «Sabemos que la experiencia de una obra de arte es personal (…). Esta campaña es una invitación.» De este modo, se refuerza la idea de que el significado de una obra de arte está en el ojo del observador y de que el museo deviene ‘un lugar que permite a cada uno espíritu crítico único y ejercitar su imaginación’”.

No hay que ser un experto. Volvemos al concepto de que ya no quedan “sabios y únicos poseedores del saber (hablamos de la escuela, los museos, las bibliotecas…)” y que cualquiera puede ser un experto y que su opinión es tan válida como la de cualquier otra persona.

Toda la campaña se basa en las experiencias y reacciones de los visitantes en las salas del museo. Juega con las emociones y con el acto de compartir. Con el humor y con guiños y ganchos visuales.

Como parte de esta campaña, la agencia ha diseñado una serie de anuncios que se emitirán en la televisión, en vallas publicitarias digitales, en paradas de autobuses y varias otras plataformas de comunicación digital visible en el área de Filadelfia.

No es que esté de acuerdo con la frase: “el fin justifica los medios”, pero sí con que una palabra no te enceguezca como para no lograr tu fin.