Hablamos ya, en otra ocasión, sobre esa dupla que nos llega de la grecia antigua, en boca de más de un filósofo: Mens sana in corpore sano. Y contamos sobre unos bibliotecarios que organizan bicicleteadas. ¿Quién dijo que los intelectuales/bibliotecarios no hacen deporte?
Así que no vamos a repetir las frases del tipo: “los intelectuales no hacen deportes”, “los deportistas no tienen cerebro”. Al contrario, intentaremos romper todos los estereotipos y ahondar en la dupla, desde otros ángulos y deportes.
Estas dos disciplinas: el deporte (o ejercicio físico en general) y la Literatura (o ejercicio espiritual en general) ¿se asocian: ¿se dispersan?, ¿se entrecruzan?, ¿se enriquecen?…
Escritores y boxeo, podríamos señalar varios. Pero me quedo con el anecdotario de Abelardo Castillo (boxeador amateur él mismo en San Pedro y con papá entrenador incluido) que dedicó varios cuentos a dicho deporte. Entre ellos, dice Castillo “Negro Ortega, un relato borgeano de cómo vive una pelea un boxeador, mezclado con diferentes discursos; la voz de un relator deportivo, los pasajes bíblicos, la voz interior de Ortega, que tiene un final no del todo triunfador y otro cuento que es Réquiem para Marcial Palma, sobre dos ladrones que uno se relaciona con el boxeo. Una cuestión puramente temática aunque con un escritor que sabe en carne propia de lo que habla.
Y retomo, me quedo con esta grabación de Cortázar que tengo en casa, en disco, por supuesto, pero que hoy tenemos la suerte de tener en Internet, en la que se escucha su propia voz contando su cuento Torito
Acá, temática pura. Cortázar jamás boxeó. Pero seguimos con ejemplos que se entremezclan y no: Ernest Hemingway sí sabía también de qué hablaba. Escribió Cincuenta a lo grande y le enseñó a boxear a Ezra Pound.
Norman Mailer (The fight) era otro de los amantes del boxeo y del que se puede decir que ciertos aspectos se trasladaron a sus escritos, especialmente el concepto de violencia pero, también, conceptos morales del tipo: coraje, profesionalidad, uso estratégico de la fuerza, ambición, entre otros.
Como irán viendo, iremos saltando de deporte en deporte, de escritores a bibliotecarios, del uso del deporte como estrategia o tema o fuente de enseñanza de aspectos éticos y morales, entre otros.
Algo que quisiera recalcar, antes de entrar en ejemplos concretos, es el uso del tema deporte como estrategia para la promoción de la lectura mínima y básica: ¿cómo llegar a lectores imposibles?, ¿cómo terminar con estereotipos tontos? ¿cómo comparar peras y manzanas o como darnos cuenta de que las peras no son tan peras y que las manzanas no son tan manzanas y que en el medio hay un mundo por descubrir?.
Si no sos un sedentario, si las bibliotecas te agobian, si te gusta el aire libre y bla bla bla, quizás no lo sepas pero hay muchos que escriben (sedentarios, que no se agobian en las bibliotecas, que no les gusta el aire libre) sobre el deporte ¡y lo ejercitan!. ¿No te parece interesante saber qué piensan?.
Después de estos boxeadores, pasamos a los corredores. ¿Hay similitudes entre la escritura y el acto de correr? Para algunos es simplemente un alivio, un descanso, un respiro del agobio de la actividad intelectual. Para otros, es un momento de pura concentración y para otros, una pasión que se ha convertido en un estilo de vida real.
Para Murakami, el escritor japonés, escribir y correr tienen el mismo tipo de esquema: establecimiento de metas y trabajo duro para lograr un objetivo. Algo que ya comentamos que pasaba con el box y Mailer, por ejemplo. Para escribir, cómo para correr, se necesita disciplina, dedicación, perseverancia, motivación.
En 1981, Murakami decidió dedicarse a la escritura. Cerró la barra del Peter Cat, un club de jazz que dirigió durante 7 años en Tokyo, y tiró los guantes (expresión mejor utilizada que nunca). La escritura es un trabajo sedentario. Por esta razón decidió dejar de fumar. Desde entonces no se ha detenido ni en la escritura ni en las corridas: escribe cuatro horas por la mañana y se corre unos diez kilómetros por la tarde. Corrió su primer maratón en Grecia y desde entonces ha participado en veinticuatro carreras, una ultramaratón y varios triatlones.
En el caso de Murakami, el deporte se desplaza en varias direcciones: en su vida con su propia experiencia, y en su obra con el libro: De qué hablo cuando hablo de correr, una autobiografía en la que reflexiona sobre las razones que lo empujan a someterse a esta actividad física intensa.
Murakami dice: “la escritura es una actividad peligrosa, una lucha constante con el lado oscuro de tu ser; correr se convierte en una estrategia de supervivencia necesaria para eliminar las toxinas que, en el acto creativo, se asientan en el alma de un escritor. (…) No soy una persona con un gran sentido físico. Y no hago deporte porque es saludable. Es más bien un mecanismo metafísico. Quiero ser capaz de desprenderme del cuerpo. Quiero que mi espíritu pueda escapar del cuerpo cuando me concentro. Esto sólo es posible si uno se mantiene fuerte. Cuando escribo, a veces tengo la sensación de estar rodeado de muros de piedra. Romperlos requiere una fuerza enorme”.
Me encantan estos comentarios. Creo que es la primera vez que leo algo así como las “toxinas” de la literatura y me gusta porque, como dijimos al inicio, este post intenta reírse un poco de los prototipos hacia ambos lados. La literatura también conlleva cosas feas…
A lo que siempre se alude (de manera muy facilista) cuando se entrevista a un escritor, es saber de dónde salen las ideas, si se le vienen con musa incluida, etc. Así que no faltó quien le preguntara si lo que pensaba mientras corría era rápidamente volcado al papel. A Algunos la inspiración les llega en el baño, a otros, podría llegarles mientras mete aire puro en los pulmones… Y Murakami respondió: «A menudo me preguntan lo que pienso cuando corro. Por lo general, la gente que me pregunta nunca ha corrido largas distancias. ¿Qué pienso cuando corro? No tengo ni idea. En los días fríos debo pensar un poco en el frío que hace, y en los días muy calurosos, debo pensar en qué calor que hace. Cuando estoy triste seguramente pienso un poco en la tristeza y cuando estoy feliz, seguramente en la felicidad. Casi nunca, para ser honesto, tengo una idea que luego plasmo en una novela. Cuando corro o lo que pienso mientras corro, no creo que sea digno de ser contado”.
«El juego no cambia la forma en que usted vota o peina su cabello o cría a sus hijos. Cambia nada menos que su vida», dice Don DeLillo, en su primer borrador de Underworld, hablando de Baseball.
Los conceptos “éticos o morales”, en algunos casos, decididamente se desplazan a los textos, trascienden el puro hecho temático de “escribir” sobre box o lo que sea, y se adentran en su capacidad de transformar a los seres humanos más allá del aspecto muscular.
Camus es otro gran representante doble: jugador y concebidor de la idea de que el deporte le ha enseñado algo tan importante como cuestiones morales. Y nadie puede dudar de que sus obras rebozan de cuestiones éticas y morales. Si no, pensemos en El extranjero y más precisamente en los ensayos: El mito de Sísifo y El rebelde.
Camus jugó como arquero en el Racing Universitaire d’Alger (RUA). Cuando en los 50′ le pidieron que dijera algunas palabras sobre esta experiencia, dijo: “Después de muchos años en los que vi muchas cosas, lo que sé con mayor firmeza y seguridad sobre moralidad y el deber del hombre, se lo debo al deporte y lo aprendí en la RUA. “Realmente lo poco de moral que sé, lo aprendí en la cancha”. (…) Aprendí en seguida que una pelota no llega jamás del lado que uno cree”.
Pero dejemos de lado a los escritores y vayamos a ver qué hacen otros emisarios de la lectura.
The walking library es un proyecto creado por Misha Myers y Dee Heddon, que busca “reunir las caminatas con los libros – caminar, leer, reflexionar, escribir … Cada paseo cambia la forma – el contenido y las acciones – de la biblioteca”. The Walking Library hizo su primer paseo como parte del Sideways Festival en 2012. En abril de 2013, Dee llevó the walking library a Atenas, Ohio, creando una caminata llamada «De Ohio a Escocia (…)», llevando libros sobre Escocia y recitación a Ohio. En junio de 2013, caminaron cerca de Glasgow, reuniendo y llevando libros para ser donados a Bothan Suibhne. Luego, en Palo Alto, California, crearon una Nightwalking Library, y caminaron desde el atardecer hasta el amanecer, visitando las bibliotecas de la ciudad y la Universidad de Stanford, llevando libros sobre el caminar y el tiempo. Esta caminata consideró las diversas temporalidades del caminar – los ritmos del caminar, la relación del tiempo con la experiencia del caminante – la duración, el tiempo-espacio y la lectura lenta. Pueden seguir leyendo sobre las siguientes caminatas, en su sitio.
Lo importante de este proyecto es la cantidad de reflexiones que surgen tales como Cómo la lectura y escritura colectiva in situ afecta la experiencia del viaje, el paisaje y la experiencia de caminar; Cómo el viaje y el paisaje afectan la experiencia de la lectura; Cómo la lectura afecta la experiencia de escribir, etc.
Obvio que tenemos toda la cultura de paseos, rutas literarias y audio guías y etc. que ya comentamos en otro post así que este capítulo no será repetido.
Pero los bibliotecarios así como los escritores, pueden recomendar pero también pueden implicarse. Y si no miren a estas chicas músculo en cabeza y en cuerpo ¡y en alma!. Las derbrarians (derbi y librarians) que decidieron que el sedentarismo no les sentaba nada bien y que un poco de roller y golpes no les haría nada mal. La Biblioteca Pública de Cumberland County (Carolina del Norte) lo promociona en su facebook.
Pero acá va una lista de varias roller girls de varias bibliotecas. Beth Hollis, MegaBeth, 53 años, bibliotecaria desde hace 27 años en Akron, Ohio. Decía Beth (o Megabeth): “Toda mi vida, cuando le digo a la gente que soy una bibliotecaria, me dicen: no parecés una bibliotecaria”. Ya ven que los prejuicios van para un lado y para otro. Una compañera suya de la Biblioteca, Diane Barton, dijo: “Pienso que es muy cool que ella haga algo tan diferente y tan activo y tan agresivo. Ya sabe cómo somos. Somos bibliotecarias, así que tendemos a establecernos en ese manso y suave estereotipo”. Pues ya no.
Seguimos con Judy Gloom; Kiwi Derby Librarian de Aukland, New Zealand; Dame Deviant; Dailey Beatings; Lipstick Librarian; Daisy-Boo Cannon que se describe a sí misma como “Bibliotecaria técnica y orgullosa señorita derbrary», Ruby Doomsday; Bethany Wilson, de la Dewhirst-Catalina Library y Georgia Taylor, de la Quincie Douglas branch of the Pima County Public Library.
Terminamos con Christine Dykgraaf, una bibliotecaria de la Quincie Douglas Library y fundadora de Tucson Roadrunners, el capítulo local de un club de motos femenino llamado Women on Wheels.
Ahora las bibliotecarias y bibliotecarios tienen tatuajes y van en patines pero siguen citando a Shakespeare. Eso es lo que los hace interesante. La capacidad de sumar y no de dividir o separar. En fin. Desde afuera o desde adentro, ejerciendo o no ejerciendo, el deporte, la actividad física, el desarrollo de los musculitos no está tan lejos de compartir repisa con el desarrollo intelectual, la lectura, la escritura, las bibliotecas, los bibliotecarios, etc.
Futbol, derby, baseball, motos. Todos y cada uno de ellos no son incompatibles con un buen lector. Al contrario, puede darle tema, estrategias, estímulo, equilibrio, etc.
El deporte es gimnasia y metáfora y de eso, de eso los intelectuales saben.
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