Mapas, geografía y literatura parecen ser, hoy, elementos que se conjugan con asiduidad. Seguir un autor por sus montañas o, al revés, recorrer la ciudad a partir de un autor parece ser motivador y apasionante. Algunos de los proyectos que mencionaré han sido pensados por particulares y otros por bibliotecas. Intentaremos dar ejemplos de ambos ya que, una biblioteca, bien podría tomar e implementar un caso tomado de un particular. La realidad es que, mientras la institución cuente con los textos y pueda “mapearlos”, no es tarea difícil.
Keograd/SS es un sitio que mapea todos los lugares de “Donostia a los que haga referencia cualquier obra artística: sitios donde se rodó una película, lugares donde transcurren los pasajes de un libro, canciones que hablan de algún lugar, cuadros de un paisaje de la ciudad, … además de localizar las esculturas dispersas por la ciudad.” En el caso de una biblioteca, evidentemente, podríamos reducir a los casos de libros y películas (si las tuviera). Surgió, después, un mapa literario, Pasarte.eu. que mapea itinerarios a partir de párrafos que mencionan la ciudad y las calles de San Sebastián.
Es siempre una manera para que una ciudad o su biblioteca puedan aprovechar y duplicar el valor de un texto. Uno se traslada con los ojos al paisaje literario, al recorrido que el autor o el personaje pudo haber hecho y, así, seguir sus pasos, ser un poco él.
Semejante al proyecto anterior, es el del El Mapa Literario Catalán, un sitio en que se pueden consultar las rutas literarias de los Países Catalanes. Se pueden leer fragmentos de su obra, mirar imágenes que nos trasladan a su época, y escuchar los textos por voces de autores y actores reconocidos.
Litmap es un mapa digital que señala todos los lugares que se mencionan en la novela Los anillos de Saturno de W.G. Sebald.
En parís, el sitio oficial de la oficina de Tourisme et des Congrès organiza recorridos por lugares que hayan servido para locaciones de películas. Y entonces, a la catedral de Notre Dame, la vemos con ojos de Ratatouille o de Los aristogatos o nos sentimos Esmeralda (Victor Hugo). Se citan El código Da Vinci, El diablo se viste de Prada, Inception, Medianoche en París, Amelie, entre otras.
Acá vamos con un ejemplo de una biblioteca: Poetic Places es una aplicación pensada por la British Library y Time/Image, especializados en proyectos digitales y preservación del patrimonio. Utilizando los servicios de geolocalización, Poetic Places te muestra cuando estás en algún lugar que ha sido nombrado en un verso. Una especie de literatura en tiempo real.
Ya habíamos señalado en otro post, el caso de la Biblioteca de la Universidad Pablo de Olavide. Haciendo honor a la efeméride IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, twittea en nombre de @bibupo, a través de azulejos, las frases célebres del autor. Una manera muy interesante para dar un paseo por Sevilla.
Para crear un proyecto de geolocalización, es necesario contar con plataformas que nos permitan hacerlo. Les dejo un par para que prueben cuál les resulta más fácil o más completa, o más linda, etc. Oruxmax, Eduloc, Google maps, My maps, Scribble maps, Map me, MapHub.
Ahora, vayamos a las ideas. A lo que no hay pero que podría hacerse. Convoqué a tres amigos para ello: Verónica Ruscio, Alejo Prudkin y Cecilia Sagol. Ninguno es bibliotecario, pero los cuatro somos ávidos lectores y, por ende, aptos curadores. Los recorridos que hemos pensado, a través de lo que conocemos y hemos leído, demuestran, una vez más, que el trabajo del bibliotecario o del curador, difícilmente desaparezca, porque no son algoritmos ni robots quienes han logrado estos posibles recorridos o ejemplos disparadores, hemos sido nosotros, simples mortales.
Cualquier biblioteca que contara con estos libros o películas o audios, como ya he comentado, podría recrear estos circuitos para llevar a cabo uno de los objetivos más importantes de estas instituciones: crear el hábito de la lectura, enamorar a nuevos lectores, fidelizar…
Cuando viajé a Brasil, en 2010, lo primero que se me ocurrió fue seguir los pasos de Jorge Amado. Imaginé que era un referente al que me gustaría acompañar. Un escritor que podía tener los mismos gustos que yo y que, en ellos, indudablemente, incluiría comidas, ritos, festividades, mercados, etc.
En mi caso, particularmente, donde nació o murió un escritor, me resulta poco atractivo. Prefiero seguir sus deseos, sus fantasías a través de sus personajes, sus encuentros amorosos, etc. Seamos honestos, el 90% de los que han llegado, alguna vez, a San Antonio de Areco, ha sido gracias a Ricardo Güiraldes. Ya me anoto a una ruta literaria de pueblitos citados en la literatura de mi país. Aviso.
Poca gente se resiste a ir a conocer el Bar Veloso (hoy Garota de Ipanema, en la esquina de Prudente de Morais y Montenegro, actualmente rua Vinicius de Moraes) en el que Vinicius de Moraes creó la preciosa canción Garota de Ipanema.
En La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, la historia se desarrolla en el colegio Leoncio Prado. De hecho, «el crítico peruano José Miguel Oviedo, amigo del escritor sugirió el nombre de La ciudad y las nieblas, por alusión a la niebla que siempre cubre la zona costera donde se halla el colegio militar. Como no convencía a Mario, entonces Oviedo se sacó de la manga otro nombre, La ciudad y los perros, por alusión a los “perros” o cadetes de tercer año».
Hay un pdf. que circula por Internet, creado por Mariana Castillo, en el se describen varios sitios interesantes para visitar en México, gracias a la lectura de los libros de Roberto Bolaño. A veces, los nombres cambian. El café Habana, en Los detectives salvajes, se llama Bar Quito…
Y se vienen los tangos. ¿O me van a decir que en las bibliotecas argentinas (o del mundo) no hay manuscritos, audios, afiches, etc. de tangos?. Café de los angelitos, San Juan y Boedo en Sur… También me anoto a una ruta literaria que recorra los bares, prostíbulos y conventillos citados en tangos y milongas.
Cuando viajé a la India, leyendo sobre las cosas que quería conocer, descubrí que había una ciudad que Kipling amaba: Bundi. Y allí fui. Horas esperando a que apareciera la Kumari en alguno de los templos (la diosa viviente) de Nepal y mucha tierra en los ojos para llegar al cambio de guardia en la frontera entre la India y Pakistán. Obviamente estos deslices ocurren muy de vez en cuando, y no pretendo que las bibliotecas hagan una curaduría tan refinada (por no decir ridícula). Pero lo que intento decir es que una lectura fue quien me hizo ir más allá de las fronteras naturales. El amor por la lectura puede producir esto y, es por eso, que las rutas literarias no son una tan mala idea para dar a conocer los textos con los que una biblioteca cuenta. Estrategia. Pura estrategia.
Parecido me pasó con la película La colmena. Ni siquiera verifiqué aún que en la novela de Camilo José Cela, este dato exista y, menos aún, en la realidad. Pero se los cuento: en la película, todos los personajes se reúnen continuamente en un bar. Sus mesas se imponen con bellas superficies de mármol hasta que uno de ellos comenta que, en realidad, son lápidas. En la peli, se ve a los personajes levantando sus copas y cafeses para verificar qué lápida le ha tocado en suerte. Muero por ir a ese café y levantar la lápida que me corresponda. Ahora mismo verifico si todo esto lo soñé o existe.
«Recordé haber leído que el mejor lugar para ocultar una hoja es un bosque. Antes de jubilarme trabajaba en la Biblioteca Nacional, que guarda novecientos mil libros; sé que a mano derecha del vestíbulo, una escalera curva se hunde en el sótano, donde están los periódicos y los mapas. Aproveché un descuido de los empleados para perder el Libro de Arena en uno de los húmedos anaqueles. Traté de no fijarme a qué altura ni a qué distancia de la puerta. Siento un poco de alivio, pero no quiero ni pasar por la calle México.». El libro de la arena. Ya quiero ir a esa Biblioteca y mirar si sigue allí, la escalera curva que señala Borges. Y entonces, se me ocurre, que podría haber un circuito que recorriera solo escaleras «citadas» en los textos…
A veces, no sabemos realmente si es un personaje que se basó en una persona real y, aún así, se convierte en algo ficcional en sí mismo. Es el caso de Malena, la de Malena canta el tango, tango compuesto por Lucio Demare y versificado por Homero Manzi. Un personaje que los argentinos amamos y cantamos. Pues, el otro día, me dijeron que la verdadera (si la hay) está enterrada en el cementerio de prostitutas de Avellaneda. Nunca supe que en Avellaneda existía un cementerio de prostitutas y, mucho menos, que Malena estuviera enterrada allí. Cualquiera de estas verdades o mentiras me tienen sin cuidado. De hecho, se dice que Malena era brasilera, chilena, argentina… Hoy, sólo quiero ir a conocer ese cementerio. Así es la literatura. Mágica y convincente.
¿Se imaginan cuando las bibliotecas puedan hacer rutas que no se limiten a los espacios nombrados en las películas, libros, etc, sino que, además incluyan espacios citados en videojuegos?. Ir a visitar la torre que se debe subir en el videojuego…
Crear rutas que nos lleven a los lugares que hemos leído, nos permite revivirlos. Ser parte de la historia. Geolocalizando deseos poéticos, cinematográficos, musicales.
Paseos literarios hay muchos: Jack el destripador en Londres. Descubrir quién es Milena o descubrir la sinagoga en la que se escondía el Golem en Praga. Lo importante es encontrar un eje conductor: bares, encuentros amorosos, asesinatos, azulejos que reúna a través de él una serie de documentos (de todo tipo y formato) que permita una lectura transversal. Y que, ante todo, convoque a la lectura y a la biblioteca.
Llevar a cabo una curaduría implica, entonces, una lectura que repara pero que, al mismo tiempo, piensa en el lector/caminante. Uno podría señalar cualquier dirección que figurara en un texto y, sin embargo, eso no es pensar en el otro.
El criterio debe ser pensar con esta pregunta en mente: ¿esta dirección es interesante para ir a visitar?. Pongamos el caso de Cortázar. En su texto La escuela de noche, Cortázar alude al Colegio Nacional Buenos Aires. La verdad es que no sé si me interesa mucho ir a ver el colegio. Por la misma razón, posiblemente, que no me interesa ir a visitar la casa donde nació. Pero si me dijera que en el colegio hay un aula, la nº 35 que, bajo una baldosa, tiene un símbolo egipcio que solo se ve a medianoche… Eso es curar. Es reparar y pensar en en los intereses del interlocutor. Es aunar un motivo y seguirlo. Seguirlo hasta que termine el camino.
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