En el texto Los derechos imprescindibles del lector de Daniel Pennac, uno de los derechos dice así:
El derecho a leer en voz alta
“Le pregunto:
– ¿Te leían cuentos en voz alta cuando eras pequeña?
Ella me contesta:
– Nunca. Mi padre estaba a menudo de viaje y mi madre demasiado ocupada.
Le pregunto:
– ¿Entonces de dónde te viene ese gusto por la lectura en voz alta?
Me contesta:
– De la escuela.
Feliz de oír que por fin alguien le reconoce algún mérito a la escuela, exclamó alegre:
– ¡Ah, lo ves!
Ella me dice:
– En absoluto. La escuela nos prohibía la lectura en voz alta: La lectura silenciosa era ya el credo en mi época. Directo del ojo al cerebro. Transcripción instantánea. Rapidez, eficacia.
(…) apenas volvía a casa releía todo en voz alta.
– ¿Por qué?
– Para maravillarme. (…)
Acostaba a mis muñecas en la cama, en mi lugar, y les leía. A veces me dormía a sus pies, sobre la alfombra.
La escucho… la escucho, y me parece oír a Dylan Thomas, borracho como la desesperación, leyendo sus poemas con voz de catedral…
(…).
La escucho y oigo a Kafka reírse hasta las lágrimas leyéndole La metamorfosis a Max Brod, quien no está seguro de entenderla… Y veo a la pequeña Mary Shelley ofrecerle largos trozos de su Frankenstein a Percy y a sus entusiasmados camaradas…
(…).
Y Dostoievski, que no se contentaba con leer en voz alta, sino que escribía en voz alta…
(…)
Extraña desaparición, la de la lectura en voz alta.
(…).
El hombre que lee de viva voz se expone de manera absoluta. (…) El hombre que lee de viva voz se expone de manera absoluta a los ojos que lo escuchan.

Escena en la barbería Fuller Cut en Ypsilanti de Michigan: «Puedes empezar a leer», dice el peluquero a Treyveon Lymon. «Si tienes algún problema con las palabras, solo pregunta.» Alex Fuller corta el pelo en su barbería, donde ofrece un descuento de $ 2 a los niños que leen en voz alta.

«A los padres les encanta y a los niños… bueno, les gusta recuperar los dos dólares», dijo Ryan Griffin, el peluquero de Fuller Cut. «Recibimos elogios de maestros todo el tiempo, también.» La selección literaria de Griffin -que incluye entre 75 y 100 títulos- tiene un tema muy específico: «Todos nuestros libros tienen imágenes positivas de afroamericanos, ya sean astronautas, atletas o escritores».

Aunque la idea de que los niños lean en voz alta a sus peluqueros puede parecer novedosa, Griffin, que lleva 20 años trabajando en la tienda, le dijo al Huffington Post que había oído hablar del concepto, en todo el país, en lugares como Dubuque, Iowa, Houston, Texas, Columbus y Ohio.

Inspirado, el padre de tres niños comenzó a traer libros antiguos que tenía en su casa y también a contárselos a otros padres para que hagan lo mismo. Griffin comentó que su negocio tenía nuevos clientes específicamente porque habían escuchado sobre el programa de lectura.

«Cuando los niños pequeños que realmente no saben leer ven a un niño mayor en la silla con un libro, enseguida agarran uno ellos también, eso es lo importante», dijo Griffin. «Porque cuando un niño piensa que es bueno leer, eso es un regalo

Griffin también rastrea el progreso de los niños que participan en el programa. Por ejemplo, si un niño no termina un libro en particular en una sesión, la próxima vez que venga, tiene que tomar el mismo libro y retomar donde lo dejó. Dice que al hacer que lean el mismo libro, es fácil ver cuándo la comprensión lectora de un niño está mejorando.

«Algunos niños van a clase y tienen miedo de leer en voz alta, pero esto realmente construye su confianza», dijo. «Si logramos hacer que los niños regresen al Fuller Cut como adultos, en edad universitaria, y nos digan ‘porque ustedes me hicieron leer aquí, me nacieron las ganas de ser un escritor o un periodista’, ese es realmente el objetivo final».

De varios temas que se entrecruzan, ya hablamos en otros posts. Por ejemplo, el hecho de que quien te enseña, no es siempre el docente o el bibliotecario. O de que el espacio físico en donde se aprende no es siempre la escuela o la biblioteca: “En jujuy, los Tekis empezaron a dar clases de música mientras cortaban el pelo, y hoy tienen escuelas, ballets y fama a doquier”.

Leer en voz alta es, para algunos de los bibliotecarios que tuvimos el placer de conocer en las capacitaciones en el Chaco: “Compartir con otras personas a partir de la voz, ponerle el cuerpo a lo que se lee…”.

También hemos hablado de los retos de lectura y, en esas listas eclécticas encontrábamos como desafío una consigna como la siguiente: “Lee a alguien un libro en voz alta”.

En una “biblioteca humana o viviente” de Chipre, con once voluntarios, los refugiados han sustituido a los libros por los relatos personales (narración oral en tiempos de cris o más bien de internet…), inspirados en un concepto danés.

Y podríamos seguir porque la lectura oral no morirá nunca mientras haya una boca para hablar y/o leer y un oído para escuchar. Porque siempre habrá padres, tíos, abuelos, peluqueros, tekis, amigos, almaceneros… dispuestos a guiar.

Ya lo decíamos en otro post: Si tengo que definir en una breve frase que es un booktrailer en términos narrativos, diría: es la narración oral devenida digital. Te cuento de qué se trata este libro con nuevos medios, nuevos formatos, etc. Simple. La narración oral no muere, se transforma porque los trovadores han devenido Booktubers.

Eso es lo máximo que podría suceder. Cambiar formatos, herramientas, plataformas, pero ¿la oralidad? Antes desaparecerá la humanidad y aún así, las piedras seguirán contando.