La gente tiene de los bibliotecarios una imagen bastante distorsionada. Un gran prejuicio de dos extremos. No hay bibliotecarios “normales”. O son (somos) muy aparatos o son (somos) muy sexys (demasiado). Para romper con este prejuicio que no tiene que ver con que nos veamos o no feos o lindos o sexys, intento escribir este post que describa qué hace un bibliotecario o cómo se puede hacer para saber.

Hago un paréntesis para contarles, primero, por qué el título y segundo, por qué me incluyo y excluyo de esta profesión. Amaría ser bibliotecaria, pero no lo soy. Sin embargo, mi segunda profesión, la de documentalista multimedia, se parece bastante. Por eso, y como explico en mi presentación y el 90% de las veces que me piden que explique qué hago, digo que soy como una bibliotecaria referencista pero digital. Inclusive en la vida social, digo: soy documentalista multimedia. No filmo. Soy una especie de bibliotecaria internética. Y ahí se terminó la discusión. Queda establecido que soy una bibliotecaria. Y yo aprovecho, porque para mí, definitivamente, es un piropo.

Siguiendo con este paréntesis e intentando traducir el título, les cuento lo que me pasó el sábado nomás. Viene el plomero a mi casa. Día difícil por varias razones que no vienen al caso. En todo caso, y valga la redundancia, no estaba en mis mejores días. Anteojos, pelo recogido, poco agraciada y con aroma a sanatorio. Me pregunta qué hago y le respondo lo que acabo de decirles. Lucas, el plomero agrega: “efectivamente tiene cara de bibliotecaria”.

Insisto, no era uno de mis mejores días y le digo: “bueno, no sé qué querrás decir con eso… Tengo anteojos, el pelo recogido…. “. “No”, me dice “una bibliotecaria sexy, pero ¡no quise ser irrespetuoso!”. Evidentemente quiso halagarme. No soy ni estoy, habitualmente, ni fea, ni sucia, ni cansada, ni mal vestida. Pero, en realidad, lo que sentí es que si no fuera por eso, los bibliotecarios (o pseudo…) somos para “el otro” raros y feos. Yo estaba siendo una excepción y por eso el comentario agregado.

De este tema, hablamos en varias ocasiones, porque se tiene esta idea de bibliotecario sabiondo, aburrido, entre libros, gritón, malhumorado, etc. De nuevo intervalo: quiero aclarar que si tengo alguna de esas características, en todo caso, no es por ser bibliotecaria, sino por personalidad propia que me forjé solita, solita.

Así que, con este, finalmente extenso intervalo, quiero contar sobre una práctica que me parece maravillosa y que deberíamos implementar rápidamente para romper con ese prejuicio de monstruo de la laguna del bibliotecario o su antagónico, bibliotecaria come libros/come hombres. Porque, definitivamente, somos más que una cara bonita… con anteojos.

Bibliotecario por un día
Veamos, por ejemplo, cómo lo organizan en la Biblioteca pública de Ávila: “¿Quieres ser…? bibliotecario por un día. Ven a conocer nuestro trabajo y descubre los secretos de la Biblioteca. Llevaremos a cabo tareas como: colocar y clasificar los diferentes materiales de la sala, poner tejuelos (números y letras que aparecen siempre pegados en los lomos de los libros ) y códigos de barras, prestar y devolver, poner el último número recibido de revistas al público, revisar cartas de reclamación, atender demandas de los usuarios…”. Es una especie de taller de una hora y media de duración para niños de 7 a 11 años. Lo organiza la Junta de Castilla y León.

Una mamá contó que “Les colocaron un distintivo de ayudantes y les fueron explicando cómo estaban ordenados los libros, los tejuelos, (…). Les enseñaron a poner los sistemas ‘antirrobo’ de los DVDs, a dar cita a otros niños para la hora del ordenador… ¡incluso a responder dudas de la gente que aparecía por allí preguntando! Claro que siempre estaba por allí el bibliotecario por si le necesitaban y ayudando. (…) Algunos, en la sala infantil, llevan unos distintivos diferentes para indicar que un libro es de acción, de misterio, etc…. Eso también se lo enseñaron (…). Al terminar les regalaron entre otras cosillas un diploma con el que José, el bibliotecario, les dijo que podrían trabajar en cualquier biblioteca del mundo como ayudantes infantiles”.

En Madrid, la edad recomendada es de 9 a 11 años. “Se trata de convertir a los niños en bibliotecarios pidiéndoles que hagan las labores que nosotros mismos realizamos todos los días, pero jugando.” Para ello, entregan material: fotocopias con planos de la biblioteca, pegatinas con los distintos sitios a localizar, materiales para registrar, sellar preparar para el préstamo, entre otras cosas. Elaboran con antelación el material necesario y hacen lo siguiente: “primero se realiza una vista de la biblioteca explicándoles todos los lugares que luego ellos tienen que situar en el plano, después se sientan en la sala infantil y empiezan a poner las pegatinas en el plano donde creen que están los sitios que les han explicado”. Y de ahí en más, léanlo ustedes mismos (Desarrollo, objetivos, exposición final, etc.).

La Biblioteca pública municipal de Turón tiene su propia propuesta que pueden leer en este extenso y maravilloso documento.

Casos excepcionales: la U.S. Library of Congress le permitió a una niña de cuatro años, Daliyah Arana, ser «bibliotecaria por un día» el 11 de enero de 2017. Daliyah es una gran lectora. Empezó a leer a los casi 3 años y ya leyó más de 1.000 libros. Ella mismo sugirió que la biblioteca agregara pizarras en las paredes para que los niños practiquen la escritura.

En la fiesta de clausura del Summer Reading Club en la Biblioteca Roland-LeBlanc, Maxim Gauthier fue nombrada bibliotecaria por un día, para acompañar a los miembros del personal en su trabajo y descubrir el backstage de la biblioteca.

Seguimos con los ejemplos perdurables. Las bibliotecas del Sistema de Bibliotecas Coros Figulinas organizan «Bibliotecario por un día», una iniciativa dirigida a niños y jóvenes a partir de 7 años que quieran «asumir el rol de bibliotecario» por un día. “Usted puede registrar préstamos, aconsejar a los lectores, proporcionar información sobre la biblioteca…..La idea es acercar a los más jóvenes al mundo de la lectura y las bibliotecas. (…) todo lo que tienes que hacer es ir a una de las bibliotecas del Sistema y acordar con el bibliotecario el día y la hora. Todos los participantes recibirán un certificado en memoria del día. El proyecto es llevado a cabo por el Sistema Bibliotecario en colaboración con la Cooperativa COMES. Ejemplo, la Biblioteca comunal «Emilio Lussu» o en la de Usini en la que los “bibliotecarios” pueden tener hasta 18 años.

En este caso, en Bérgamo, los destinatarios son los alumnos de una clase. Chicos de secundaria. Es decir toda un aula que desarrolla un proyecto escolar interno de una escuela. Se invita a “actuar durante una hora como proveedores de servicios”. El ejercicio se divide en dos fases: Visita guiada a varias secciones de la biblioteca con explicaciones de los principales servicios. Y Juego de rol «Bibliotecario por un día» en el que los niños se dividen en grupos, dedicándose cada uno de ellos a una actividad específica de la biblioteca: compras, catálogos y rechazar volúmenes inadecuados, preparar una lectura animada, etc.

Bibliotecarios por un día en la Biblioteca De Amicis, Génova: Conocer el trasfondo de la biblioteca, Prestar un libro, acomodarlos en las estanterías, leer en voz alta, elegir libros y películas. La actividad está dirigida a una clase de III, IV o V elemental.

En St-Frédéric, te invitan así: “Quieres saber cómo es el trabajo de los voluntarios en la biblioteca. Danos tu nombre y podrás venir a ver y trabajar como si fueras un bibliotecario, uno de nuestros voluntarios estará ahí para guiarte. Todo se hará durante las horas normales de la biblioteca. Bienvenidos a todos los niños y adultos. Para participar en esta actividad debes tener al menos 7 años de edad.”

En 2015, al menos, en Canadá, la propuesta se planteaba así: “Para tener la oportunidad de ser seleccionado como bibliotecario de servicio en 2015, cada niño debe preparar un video introductorio de 90 segundos que explica por qué sería el mejor candidato y por qué debería ser elegido. (…). Si no puedes hacer un video en casa, entonces simplemente ve a la biblioteca con un guión preparado y el personal grabará tu aplicación. ¡Se puso más interesante! Criterios que deben cumplirse: Además de ser mayores de edad, los participantes deben estar inscritos en la biblioteca de L’ Hiboucou y obtener el permiso de sus padres, (…). El equipo de Búho determinará quién recibirá las llaves de la biblioteca (…).”

Para terminar, vamos a dar un ejemplo diferente. ¿Querés ser un librero por una o dos semanas?. Esto sucedía en 2015, en la Open Book en Wigtown.  Por la suma de £150 semanales, se espera que los huéspedes de esta ciudad de Escocia, vendan libros durante 40 horas semanales mientras viven en el piso de arriba de la tienda. También tenían la oportunidad de poner su «propio sello» en la tienda mientras estuvieran allí. El objetivo de la residencia de la librería era fomentar la educación en la gestión de librerías independientes y dar la bienvenida a la gente de todo el mundo a la ciudad nacional del libro de Escocia, decía AirBnB, que era quien lo proponía y lo sigue proponiendo.

“No lo llamaría vacaciones de trabajo «, dijo Adrian Turpin, director del festival del libro de Wigtown. Es un tipo particular de vacaciones (para la gente) que no siente que dirigir una librería es trabajo. No se trata de mano de obra barata, sino de ofrecer a la gente una experiencia… Es una de esas grandes fantasías». Bueno, ESO no me queda tan claro. Pero sigamos. El dinero es «esencialmente para cubrir nuestros costos», dijo Turpin (…). «Sospecho que (la tienda) habría cerrado sin esto», dijo.

Hasta ese momento, The Open Book se alquiló unas 10 veces. Ben Please y Beth Porter de The Bookshop Band dijeron «La pasamos muy bien, fue una cosa encantadora. Empezamos una rutina, haciendo que la tienda se viera bonita todos los días y nos entusiasmamos con los libros «. Va a ser muy diferente cuando volvamos «, añadió Please. «Haremos un concierto todos los días en la librería a la hora del almuerzo, y habrá un cuento a las 9:30 de la noche también.»

La pareja estadounidense Lee y Janet Miller están jubilados, aunque eran propietarios y tenían una librería en Sudbury, Massachusetts, hace unos 20 años. «Hoy nos recordó a los dos por qué nos encantaba tanto ser libreros «, escribieron sobre la experiencia. «Por supuesto, se trata de libros que nos encantan. Pero también es la interacción social. Como librero, usted está disponible para todo el mundo, y la gente viene por negocios y también sólo para conectarse. (…) Hoy nos sentimos parte de la comunidad. Somos transeúntes aquí, pero podemos ser parte de ella por el tiempo que estamos aquí.» Para leer sobre otras experiencias…

Como podrán darse cuenta, ser bibliotecarios por un día, no es una actividad taaaan expandida. Sin embargo, a mi me parece muy interesante. Es como cuando nos dan las largas charlas (o nos daban) los diferentes profesionales para que nos contaran y nos convencieran. En todo caso, nunca escuché que un bibliotecario diera una.

No estoy de acuerdo ni con la mano de obra barata, ni la tramoya de “para interactuar con la comunidad, pagar los gastos y todas esas huev…». He tenido la misma experiencia con el tema del voluntariado y me parece deshonesto y muy desagradable. ¿Pagar para que tu librería no cierre? ¿Pagar para ir a ayudar a una población perdida de Guatemala? No lo creo. Pero vivos… hay siempre.

En todo caso, dejando de lado estas nimiedades, la idea me parece brillante.

No somos ni tan ratones de bibliotecas, ni tan sexys, ni tan feos, ni tan sabios. Somos profesionales como cualquier otro. O, en todo caso, somos tan ratones de bibliotecas, sexys, feos y sabios, entre otras cosas, como los médicos, arquitectos, diseñadores, abogados, amas de casa, vendedores….