Los días 15 y 16 de noviembre estuvimos en Jujuy dando una capacitación sobre el tema, de la mano de la Conabip, en nombre de FLACSO.

Varias reflexiones surgieron después de terminadas las mismas (como sucede habitualmente). Uno prepara grandes discursos y lo más enriquecedor es lo que nos queda en la cabeza una vez que todo terminó. Como si ese fuera el momento indicado, en realidad, para empezar todo de nuevo.

Enseñar, transmitir, explicar el placer de la lectura es tan difícil como explicar o transmitir cualquier otro placer. No digo imposible, digo complicado. Quiero que te guste lo que a mí me gusta… No puedo creer que no te guste esto! ¡A mí me encanta!…

eres-rara-graciasVarios puntos para reflexionar:
Primero, acerca de los comentarios ya casi aburridos, obvios y repetidos tales como: ¡los chicos ya no leen! En este sentido, valdría agregar, en todo caso: y los adultos ¿leen? Todos leemos o no leemos. En todo caso, leemos cosas diferentes o leemos de manera diferente. Esa es la cuestión.

En otro sentido, podríamos agregar que, en realidad, los chicos que leen siempre han sido los “raros” y no al revés. Antes, ahora y seguramente, mañana. Los que leen, tanto niños como adultos, son la excepción, no al revés.

Entiendo que somos de una o dos generaciones que conciben el lugar del docente o del bibliotecario, como un lugar de saber, de “tener el poder” de poder decidir qué está bien y qué está mal leer. Ojo. No somos los que decidimos, no somos infalibles, no tenemos el derecho a decir qué leer y si aún seguimos pensándolo, lo único que lograremos es convocar a 4 o 5 personas del siglo pasado, contentas de anotarse a la “tertulia” del sábado a las 5 de la tarde para auto regocijarse de lo bueno que es leer sólo literatura clásica, de buen gusto, refinada y no esos “panfletos, comics, fanfiction o como se llamen”.

Esa, definitivamente, es una decisión personal. Pero no nos olvidemos que la biblioteca, ante todo, es un servicio público. Sin público esa biblioteca es abandonada o es la biblioteca de tu casa.Entonces tenemos que empezar de nuevo. Y el mejor modo es preguntando a nuestros usuarios o posibles usuarios qué es lo que quieren.

Porque la palabra “autorizada” ya no nos pertenece. La tienen “ellos” porque es a “ellos” a quienes queremos convocar. Ese hecho les confiere la autoridad. Si yo quiero hacerme amiga de Margarita y le cocino carne al horno y no la come, tengo dos problemas: uno, es no haberle preguntado qué le gusta. Dos: me quedo sin la amistad de Margarita porque no se sintió escuchada ni respetada, ni nada. Le pregunto, me dice que es vegana y le cocino milanesas de soja. Dos problemas menos: le pregunté, la escuché, la respeté, le cociné lo que a ella le gusta y ahora, además, Margarita es mi amiga. Todos contentos.

green_screen_live_streaming_production_at_mediehuset_kobenhavnAnte este nuevo panorama de ir a preguntar, llegan los docentes o los bibliotecarios y el gesto ante esta consigna es: «¿por qué yo, que hace 30 años trabajo en esto, soy el especialista y bla bla bla, le tengo que preguntar a este mocoso que no hasta hace mucho jugaba con muñecas?». Y ahí es cuando poniendo carita de: «yo te entiendo», respondemos: «simple. Si vos querés que venga, tenés que tranzar». Así es la vida, así es la cosa. Si no quisiéramos que venga nadie, pues sigamos haciendo lo que hacíamos que nos va bárbaro! La biblioteca está llena de libros, los bibliotecarios y docentes somos unos genios y cerramos las puertas y que aquí, si me van a venir a poner condiciones, pues que no venga nadie! ¡Estábamos tan bien!… Pues desde les aviso que ese lugar ya no existe.

Nos quejamos porque la gente ya no va a la biblioteca. Así que a por ellos y a aceptar las nuevas condiciones. Ya veremos que hay caminos intermedios y la cosa no es tan terrible. Es bajar un poco el copete y aprender a divertirse uno también.

Volvamos al inicio: la transmisión de los placeres. Los placeres no son hereditarios. Podemos estimular, conmover, intentar, que es lo que en definitivamente hacemos de manera pedagógica, con estrategias y metodología en las capacitaciones, pero más, es ridículo.

green_screen_live_streaming_production_at_mediehuset_kobenhavnCambiemos los ejemplos a ver si se entiende mejor: a mí no me gusta ir a pescar. Y entonces llega un pescador y hace lo que yo hago pero cambiando la práctica de la lectura por el de la pesca. Posiblemente me haga pensarlo, intentarlo, probar aunque sea un par de veces más, con estas nuevas estrategias y ejemplos de qué bien que lo pasan los pescadores. Y posiblemente logren que yo pesque. Es evidente que si no creyera esto, ni siquiera haríamos las capacitaciones. Pero hay que partir entendiendo que las propuestas deben ser INMENSAMENTE conmovedoras, originales, modernas, estratégicas, etc. Y a pedido, on demand (refiriéndome a esta necesidad de preguntar qué es lo que el “otro” quiere o necesita). Si no podemos heredar placeres, quizás, al menos, podemos contagiarlos.

¿Cómo llega la lectura a nuestra vida? ¿Se mantiene? Otro temita interesante para entender el hábito lector que, como ya comentamos en otro post (¿El cerebro prefiere leer en papel o en digital? ¿Qué cerebro?) se adquiere. Uno no nace con el hábito de leer. Lecturas de infancia, lecturas prohibidas, lecturas…

¿Es realmente la lectura un acto solitario? Podría no serlo. En este punto hay dos temas: lo corporal y lo “intelectual”. Tendemos a leer en solitario, cada uno con su librito. Sin embargo, hay excepciones y modos. Esto es lo que se refiere a lo corporal. Pero existe también que te lean en voz alta y entonces ya hay más de una persona implicada en el acto. También hay casos más extraños: en la capacitación, una de las invitadas se leía, a sí misma en voz alta. Pero cuando hablamos de lo “intelectual” o del hecho no corporal o físico y hablamos de la lectura colectiva, no solo hablamos del hecho de una lectura entre muchos en un mismo espacio, sino de la posible reflexión posterior: si luego debatimos sobre el texto, en un club de lectura, en un aula, en un café, a distancia o no a distancia (de manera virtual), también el acto, de alguna manera, se concibe como una lectura colectiva. Al fin y al cabo, todos leímos lo mismo.

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Vayamos un poco más a la práctica. ¿Cómo podemos hacer/experimentar/intentar motivar a la lectura? Uno de los modos que propongo, es la vía digital. ¿Por qué? Porque yo también pregunté y vi, más que nada, que es la manera más cercana a quienes quiero transmitir mi placer literario, los jóvenes.

Volvemos, entonces, al temita de las preguntas. Hay que preguntar a quien queremos convocar, al que queremos fidelizar, convencer, atraer, etc. Y gracias a la humildad de esa pregunta, uno de los intervinientes de estas jornadas nos contó una anécdota que me pareció la más deliciosa que oí en los últimos 10 años: “No venía nadie a la biblioteca». Así que decidieron ir a buscar a la gente y qué mejor lugar que un espacio en el que 70 chicos iban a… comer. Y sí, allí había mucha concurrencia, por lo visto. Así que allí fueron. Les fueron a leer. Y un día, como quien no quiere la cosa, les preguntaron a los chicos si les interesaba. Y ellos, lo más campante dijeron: «no. No nos interesa. Nosotros queremos escuchar música». Entonces salió el karaoke. «¿Ustedes quieren música? Pues música tendrán». Y ahí es donde viene el ceder un poco y un poco: fueron proponiendo canciones pero con letras. Yo te doy música, pero después, charlamos un ratito de la letra, ¿qué te parece?. Y funciona de maravillas.

Un poco lo que hacemos en las capacitaciones… o lo que haremos. «Vos querés presentar un proyecto que ya se está desarrollando en tu biblioteca?. Perfecto. Divino. Pero si es así, tenés que presentarnos dos proyectos: ese y uno nuevo puramente digital. Una de cal y otra de arena. C’est la vie.

El primero te lo regalo, el segundo te lo vendo. Esa sería la versión fea de la historia, pero es algo así. Yo te concedo la música, vos concédeme un poco de lectura. La primera vez te lo hago como te gusta, la segunda voy agregando un poquito de lo que me gusta a mí. Y sino pregúntenle a este mexicano que se las trae con su rap de Cervantes:

Este es hoy, para mí el mecanismo de motivación o promoción de la lectura. Encontrar caminos alternativos, distracciones para darte de tomar el jarabe. ¿O de verdad se pensaron que la cuchara era un avión?. Y disfrutar. No tratar de convencer o de obligar sino, de verdad contagiarte mi pasión. La teoría sirve, pero la práctica sale con fritas.

Esto no termina acá. La primera semana nos encontramos en Chaco, veremos qué nos depara la nueva capacitación.