Estos “pibes” leen un montón de cosas. No está en tela de juicio, al menos no en este post, si leen más, mejor, en profundidad, a lo largo o a lo ancho. Leen otra cosa y esa otra cosa, nos guste o no, es lo que se leerá en los próximos años a partir de hoy, y hasta que haya un nuevo cambio mundial de inclusión de un nuevo elemento como lo fue la imprenta, la radio, la televisión, la computadora y lo que nos toca vivir, las nuevas tecnologías.

Es importante para empezar a entender esto que el concepto en sí mismo de lo que se lee ha cambiado. No solo se leen “letras”. La alfabetización, hoy, implica la lectura de otros elementos tales como las imágenes, los sonidos, la producción en redes (tweets, posts en facebook, etc). Lo que se ha dado en llamar Big data. Que también es importante tener en cuenta. Aunque ya lo hacíamos, pero de manera no tan evidente y prioritaria. “Leemos” pinturas, ballet, un mito o un ritual (como dice Bourdieu), de hecho, hace varios siglos…

Por lo tanto, y como venimos diciendo hace una década, si queremos compartir nuestras lecturas, entre otras cosas, con las nuevas generaciones, deberemos, en primer término saber qué leen, en segundo término aceptar sin bufar, creamos o no que “esas” son lecturas legítimas, aprender a interpretar y leer nosotros mismos esas nuevas lecturas y por qué no, a producirlas. No es tan fácil como se piensa.

De hecho, los chicos, en un punto, leen más que nosotros porque leen lo que produce el «otro» con más “cariño”. Si hace veinte años, un compañero de la escuela me decía que había escrito un libro de poesías, posiblemente no lo hubiera leído. Hoy, si un compañero le dice al otro que escribió un libro en el que el personaje central es el hermano (inventado) de uno de los personajes de Breaking Bad, seguramente su compañero, lo leería. Porque es lo que leen: leen lo que se llama fanfiction, entre otras cosas que iremos viendo.

¿Qué es un fanfiction? Es un relato de ficción escrito por fans de una película, novela, programa de televisión, videojuego, anime, etc. Leen y escriben mucho.

Hablábamos de leer en profundidad, de comprender lo que se lee. Sin embargo, en este sentido, también hay cambios. Dice Pierre Bourdieu: “Se piensa que leer es comprender el texto, en el sentido de su descubrir su clave, olvidando que no todos los textos están hechos para ser comprendidos de esa manera. (…) ese texto ¿para qué uso social fue hecho? ¿Para ser leído como nosotros leemos, o bien, por ejemplo, para ser leído como una instrucción, (…)? Hay toda clase de textos que pueden pasar directamente al estado de prácticas, sin que haya necesariamente la mediación de un desciframiento, en el sentido en que nosotros entendemos esa operación.” Leer, descifrar, interpretar, no siempre significa lo mismo. Ni hoy con respecto a ayer ni ayer con respecto a anteayer. Es importante delimitar grados de profundización y comprensión desde las diferentes acepciones de lo que “profundizar” o “comprender” según cada época.

Hoy, interpretar y producir un texto que salga como precuela de un libro clásico o no es visto como un modo bastante “profundo” de interpretar una lectura. Y si lo veo así, a mí también me lo parece. No es fácil escribir un texto “continuación” de otro texto que no ha sido creado por nosotros. Igual defensa hago de los tweets y siempre describo la misma situación: en literatura (que es de lo que sé) una de las cosas más difíciles de enseñar es a resumir, a sintetizar, a dar un resumen de, por ejemplo, una novela, un cuento, etc. Tomemos El Quijote: si yo lograra que un alumno me definiera el tema de este texto en 140 caracteres, les aseguro que, para mí, este alumno ha comprendido de manera más que suficiente el texto mencionado. Igual que el fanfiction: si un joven lograr escribir un fanfiction definitivamente ha demostrado que puede escribir. Suficiente. Lo otro son solo prejuicios, valores de época, etc. Tanto como decir que solo se es lector si lees los clásicos o tener el tupé de separar entre “buena” y “mala” literatura.

Interpretar tiene que ver con descifrar, con hacer un paso más hacia otra cosa. En nuestros tiempos, por ejemplo, existía la taquigrafía. ¿Por qué, entonces, hoy no puede ser la emojigrafía? Hay que saber usar emojis, interpretarlos al recibirlos. Parece tonto lo que digo pero les voy a contar lo que me pasó la semana pasada que, describe, justamente que cuando algo se vuelve hábito, deviene uso y luego regla, ya no hay vuelta atrás. Si no puedes con el enemigo, únete a él. Me robaron el celular y me prestaron otro. No sabía cómo encontrar los benditos emojis. Me volví loca. Pero de verdad. Pensé que no hacía tanto uso de ellos. Pensé que mis emociones se expresaban a través de las palabras. Pues no. Me habían cortado las alas, el lenguaje, me sentía disminuída en mi poder de expresión. ¿Exagerada?. Puede ser, pero les aseguro que no tanto. Es costumbre. Imagínenese que empiezan a censurarles el uso de ciertas palabras que denotan estados de ánimo, sensaciones. Que uno no pudiera decir la palabra «feliz», «enojo», «genial», etc. Prueben si no me creen. Y eso que yo doy de otra generación

Qué quiero decir con esto: que uno adquiere un lenguaje y ese, sea cual sea, es el que le permite expresarse, hablar, comunicar, producir, etc. Un lenguaje que se globaliza y se determina como universal. Uno deberá aprenderlo sí o sí. Eso mismo sucede con las nuevas tecnologías, los emojis, los tweets…

Las cosas evolucionan (no hablamos de evolución en el sentido de mejor o peor sino de proceso de cambio) y a eso es lo que debemos adecuarnos. Imagínense que si no fuera así, Shakespeare se estaría revolviendo en su tumba. ¿O acaso hay muchos lectores que hoy en día siguen leyendo su obra en inglés antiguo?

Dice Bourdieu: “(…) los textos, no importa de qué textos se trate, cuando se los interroga no solamente como textos, transmiten una información sobre su modo de empleo. Y usted nos indicaba en su intervención que el corte en parágrafos en un texto podría ser muy revelador, por ejemplo, de la intención de difusión: un texto de largos párrafos se dirige a un público más selectivo, que un texto cortado en pequeños parágrafos. (…). Así, la oposición entre largo y corto, que puede manifestarse de múltiples maneras, constituye una indicación sobre el público imaginado (…).

Al párrafo citado, lo relaciono con el hecho de la nueva lectura que se viene. Sacando situaciones particulares como la investigación, ya nadie lee un artículo en el que no haya una imagen al menos cada dos párrafos. Ni los jóvenes, ni yo. Nos adecuamos y por suerte, nos habituamos a los nuevos modos. Me aburre tanta letra. Y nos pasa con todo. Siempre hago otra comparación sobre el modo en que el ser humano se acostumbra. De más está recordar que ya lo decía Aristóteles: “el hombre es un animal de costumbre”. En mi juventud, jamás de los jamases alguien se hubiera animado a utilizar un pantalón marrón con una remera turquesa o celeste. Hoy, creo que es una de las combinaciones más fashion de los últimos 10 años. Géneros que eran considerados malos y se volvieron «buenos» (aceptados) o peor, de culto. Pensemos en Corín Tellado, entre otros. El ojo, el gusto, la moda… cambia todo el tiempo. «Vilipendiamos la estupidez de las lecturas adolescentes, pero no es raro que nos rindamos al éxito de un escritor telegénico, del que nos burlaremos cuando haya pasado de moda» dice Pennac.

Volvamos entonces, a los mensajes cortos, a los pensamientos reducidos a 140 caracteres. Es lo que llamo la taquigrafía net. Se escribe como se habla: “k keres”. Sin embargo, el minimalismo del que hablamos se ve enriquecido por otros medios: los hipervínculos, las imágenes, los sonidos, etc. Y se lee eso.

Los chicos leen. Los adultos, también. Leemos otras cosas, de otro modo, pero se lee. Debemos terminar con las preguntas obsoletas. Debemos aceptar y actuar en consecuencia. Entender esas nuevas lecturas, disfrutarlas y hasta respetarlas.

Otro ejemplo interesante de cómo lo nuevo no implica, necesariamente, un descenso en la calidad: en el Festival de ideas de Jujuy, una de las mesas a moderar estaba conformada casi por completo por adolescentes. Al preguntarles si leían, de los 12 o 14 jóvenes, solo lo hacían dos. Tomaré el caso de una de ellas que decía que leía solo yaoi. De más está decir que no tenía idea de lo que era. Empecemos por el principio. «El yaoi, dice la wikipedia, (…) también conocido como Boys’ Love o BL (ボーイズラブ?) es un término popular japonés que denota la representación artística, erótica o romántica de relaciones de amor homosexual entre dos varones. Este género solo se aplica a los animes, los mangas o ficción, con historias creadas y orientadas generalmente para el público femenino».

Puedo hacer dos comentarios en defensa de esta lectura: la primera tiene que ver con la admiración y el respeto que me merece el hecho de que alguien haga una selección tan específica y especializada. Podrán decir que esta chica no lee, que solo lee historietas y bla bla bla. No me parece. Eso sería prejuicio. Si yo dijera que me dedico a la literatura fantástica italiana de posguerra, se oiría un “woohw”. Pienso que escuchar que alguien se especializa en un manga determinado también merece esa onomatopeya. La segunda tiene que ver con algo que sucedió ya en la capacitación del Chaco: uno de los bibliotecarios comentó que efectivamente mucho de los jóvenes con los que se relacionaba, leían esto y, ahí va el plus, los traducen, se los intercambian, se dedican. Algo más que calificable de genial. Se toman todo un trabajo que creo que, los adultos que dicen leer cosas importantes, no harían ni por casualidad. ¿Quién entonces está más comprometido con la lectura?. Yo tengo mi respuesta. Ustedes tendrán la suya.

Es lo que hay, lo que habrá y está en nosotros sacarle el jugo de la mejor manera posible. ¿No será más bien que no leen lo que nosotros creemos que DEBEN leer?. Se pueden tomar otros caminos… (cine, música, etc.). Terminemos con aquello que se supone que hay que leer y empecemos por integrar estos nuevos textos enriquecidos de otros modos. La profundidad sigue siendo siempre un tema personal como lectores, docentes, comunicadores, bibliotecarios, etc. El texto no siempre es profundo en sí mismo. A veces, la profundidad llega por el empeño que uno pone a partir del texto. Un investigador de tweets es siempre un investigador. Un lector de lo que «hay» que leer es solo eso.