La expresión «educación inteligente» (smart education) deriva del concepto de ciudad inteligente (smart city), lo que implica explicar cómo sería la educación que se desarrolla en una ciudad como tal en función de sus características específicas. ¿Qué significa, entonces, una «educación inteligente»?

La expresión ciudad inteligente se lee últimamente con mucha frecuencia en las redes sociales. Para Wikipedia, una ciudad inteligente es aquella que utiliza la tecnología para mejorar el bienestar de la comunidad y reducir costos, entre otras cosas.

Inteligente es, además, aquella ciudad que es «amigable» con el medioambiente —como parámetro indispensable para lograr sustentabilidad—, con los espacios y con la participación activa y consciente de los ciudadanos. Participación ciudadana, espacio y tecnología son elementos que la describen.

Una ciudad de este tipo desarrolla tecnologías que la hacen un espacio sensible: es capaz de entender aquello que los individuos quieren y necesitan, y sabe cómo habilitar la experiencia óptima para lograrlo. Se tiene en cuenta para ello la tecnología basada en la ubicación (o localización), en la geolocalización y que toma en cuenta elementos como el wifi, los RFID (sistema de almacenamiento y recuperación de datos remotos que usa etiquetas) y Bluetooth (redes inalámbricas que posibilitan la transmisión de voz y datos entre diferentes dispositivos).

En el caso del wifi y otras tecnologías de localización, se tiene en cuenta el alcance que los individuos pueden lograr con la llegada de internet. Las tecnologías RFID son más comunes en los casos de seguimiento: dónde y cuándo se entregan artículos o productos específicos, y dónde fueron almacenados. Tecnologías como la de Bluetooth (que utiliza balizas) pueden permitir un posicionamiento para un vínculo más interactivo con el usuario.

¿Cómo llegar, entonces, al concepto de educación inteligente, teniendo en cuenta las características mencionadas de la ciudad inteligente? En el ámbito educativo, saber entender aquello que los estudiantes quieren y necesitan, y saber cómo habilitar la experiencia óptima para lograrlo, es fundamental. Es lo que hoy se entiende por una educación personalizada, inclusiva, interactiva…, inteligente.

Posibles escenarios o recorridos educativos
Un estudiante llega a la escuela en su primer día de clases. En su teléfono celular, abre la aplicación que el establecimiento ha desarrollado y que ha enviado, con anterioridad, a cada correo electrónico personal. La aplicación le permite saber en qué lugar de la institución se encuentra, hacia dónde tiene que dirigirse para su primera clase, cuánto tiene que caminar y en cuánto tiempo llegará. Por supuesto, también podrá visualizar en la pantalla todas las actividades del día. La información sobre su asistencia se plasmará en su celular cada vez que asista a una clase. En cada clase, recibirá del cuerpo docente información extra, transversal, contextual, en diversos formatos y plataformas, para trabajar antes, durante y después de las actividades propuestas.

Los docentes, a su vez, contarán con los datos del estudiante y podrán saber, a partir de las tecnologías señaladas, cuántos de sus estudiantes asisten a sus clases, cuántos de ellos interactúan con la plataforma digital que está disponible como un recurso para los estudiantes, en tiempo real, entre otras cosas. Durante sus clases, los docentes pueden desplegar tareas que requieran que los estudiantes deban desplazarse a otros lugares dentro de la escuela donde puedan obtener otros materiales específicos para ayudarlos en etapas sucesivas de las asignaturas.

El tema específico de los RFID se puede ejemplificar con la asistencia a las bibliotecas: el estudiante abre la aplicación, recibe una notificación que le advierte el término de préstamo de un libro que debe devolver sin falta, podría ver un listado de libros disponibles de cada asignatura con sus especificaciones, críticas, videos grabados por booktubers, entre otras cosas.

El tema de la educación inteligente toma en cuenta la infraestructura (conectividad, espacios motivadores, entre otras cosas), pero también aquello que se relaciona con la calidad educativa (personalización y contenidos aumentados y enriquecidos).

El docente puede monitorear y responder según los intereses de los estudiantes. Puede compartir experiencias con otros docentes y escuelas comparando, así, diferentes resultados, intereses, especificidades con el fin de mejorar a partir de esta cooperación. Los sistemas inteligentes permiten conectar a las escuelas, por lo que también se puede beneficiar el aprendizaje virtual.

Los estudiantes, en contrapartida, podrán trabajar en red y recibir una retroalimentación (un feedback) de su accionar durante el año a partir de los comentarios de sus docentes. El sistema de clase invertida o flipped classroom es un ejemplo de ello. Una educación inteligente valora el trabajo de docentes y estudiantes, inclusive de los directores, para aprender, adaptarse e innovar.

La tecnología está cambiando la forma en que se vive la educación porque le aporta las siguientes capacidades:

• Mayor colaboración: compartir experiencias entre docentes y estudiantes.
• Mayor permanencia: videos, podcast, digitalización de documentos, entre otras posibilidades, para su mejor preservación.
• Mayor libertad espacio-temporal: chat, trascender las barreras del tiempo y el espacio. Se produce la interacción sincrónica y asincrónica de los estudiantes entre sí y con los educadores sin su presencia física. Posibilidad de acceder con mayor facilidad a materiales y ambientes (visitas virtuales a museos, ciudades, laboratorios).
• Mayor interactividad: las TIC permiten combinar textos, gráficos, sonido, fotografías, animaciones y videos. La experiencia pedagógica deviene más dinámica. Se advierte un cambio de los estudiantes pasivos a participantes activos.
• Mayor comunicación: nuevos canales y vías de comunicación. Las redes sociales, la viralidad, la expansión hacia afuera.
• Mejor administración y distribución del conocimiento: las TIC sugieren herramientas para la clasificación, organización, manejo y filtro de la información que dejan tiempo para otro tipo de actividades.
• Mayor cantidad de fuentes de conocimiento y oportunidades de investigación: libros, revistas, periódicos, diccionarios, enciclopedias, mapas, documentos, videos a disposición, de manera inmediata.

En resumen: una educación inteligente valora el trabajo de docentes y estudiantes, inclusive de los directores, para aprender, adaptarse e innovar. La educación inteligente prioriza la personalización y, simultáneamente, la globalización del conocimiento.

Esta nota fue publicada en el sitio de Educ.ar el 17 de diciembre de 2015.