En 2009, escribí, en un artículo para Educ.ar, frases como estas: «(…) Pues bien, la propuesta de ReCaptcha es ‘ayudáme a digitalizar: vos, ser humano, contame cómo identificás esta palabra, nosotros sacamos conclusiones y se lo vamos enseñando a las computadoras’. Mañana, con esta info humana integrada en la ‘cabecita’ de la compu, Google podrá digitalizar con mayor exactitud». Juro que no tenía idea de la existencia de la IA.

Hace unos días, anuncié que, junto a Carina Lion, firmamos un contrato con Tilde Editora para la publicación de un libro sobre Inteligencia artificial. Lo conté en ese momento porque habían sucedido una serie de cuestiones que me parecían coincidencias, casualidades, señales (como quieran llamarlos). Hoy, me parece magia y tenacidad. Paso a explicar todo con detalles.

En Educ.ar, donde trabajo desde 2007, siempre fui la loquita de las lecturas, la que investigaba sobre temas que no tenían importancia, pero yo les dedicaba un montón de tiempo. De hecho, me he encontrado con amigos que me han dicho, en varias oportunidades: “siempre que busco sobre un tema, vos ya escribiste sobre él». Y es verdad. Esto se lo debo, a Alejandro Piscitelli a quien, cuando entré a Educ.ar y le dije que yo quería escribir artículos sobre temas varios sin prisa, pero sin pausa, me dio el okey sin chistar. Y así fue que empecé a publicar sobre todo lo que se me venía a la cabeza o que iba leyendo por ahí. Año 2007 en adelante. Todos esos artículos fueron publicados en el portal y todos desaparecieron. Cambio de gestiones, cambios de sitios, cambio de jefes, pero yo seguí. Empecé con mi blog al que subí alguno de ellos y, por supuesto, otros nuevos.

Y así transcurrió el tiempo hasta que, en 2019, se me cruzó la Inteligencia artificial.

Inteligencia artificial.

No entendía nada, pero no me iba a ganar. Convoqué a dos compañeros que trabajaban conmigo: Celina Cappello y Diego Dorado. Diego ya sabía bastante y hoy, cuando recuerdo las preguntas que le hacía, me rio de mí y de él. De mí, porque definitivamente no entendía nada, de él porque evidentemente, como todo nerd, explicar le resultaba bastante complicado. Ambos se fueron de Educ.ar y yo, como siempre, seguí. Siguieron cambiando las gestiones y finalmente, en 2022, propusieron que, dentro del área de innovación e investigación, yo me ocupara de “tendencias”. Millones de años después, podía seguir investigando a toda hora, oficialmente. Dicté varios cursos, di talleres y seguí leyendo.

Y entonces llegamos al día en que todas las coincidencias se reunieron. Repito lo que postee en las redes:

“Esta semana sucedieron un par de hechos relevantes que me motivaron a contar un secreto: el premio nobel de física se concedió a científicos por sus aportaciones para el avance de la Inteligencia Artificial; el premio nobel de química, fue otorgado a tres científicos por el proyecto Alfaphold, el desarrollo de inteligencia artificial que ha podido determinar la estructura de 200 millones de proteínas y contando. Asimismo, uno de ellos fue el creador prinicipal del programa AlphaGo que venció al gran Lee Sedol. No veo momento más oportuno para contar con gran honor, emoción, orgullo, felicidad y etc. que, junto a Carina Lion, hemos firmado contrato con Tilde editora para publicar un libro sobre Inteligencia artificial (IA). Felices”.

Pero lo interesante es cómo sucedió. La semana del 7 de octubre, decido, al fin, ver un documental que tenía en carpeta desde el 2019. Los que me conocen saben que me encanta citar en mis artículos, cursos o conferencias, fragmentos de series y películas. Lo hago desde que daba clases de Literatura en las escuelas en los años 80 y 90. Me divierte e imagino que divierte. Así que, en el libro, hay, por supuesto, varios ejemplos extraídos de pelis y series y, ¡no había visto Alphago! Me daba fiaca. Ya me había comido el del ajedrez y me había aburrido mucho. Estaba más entusiasmada por citar la serie Holo, la peli Her, a Robert Downey JR. o las ya conocidas como Blade Runner.

¡Gravísimo error! Espero que el editor de Tilde Editora me deje agregar esto a último momento. ¡Qué maravilla! No puedo creer lo hermoso e interesante que es ese documental. Me morí. Amé. Aprendí mucho. Uno de los protagonistas es Demis Hassabis, uno de los ganadores del Premio Nobel de Química de este año. Ya me había empezado a sentir en sintonía cuando el Premio Nobel de Física fue otorgado a científicos por sus aportaciones para el avance de la Inteligencia Artificial. Pero esto era muy genial. Primero porque la química me parecía algo lejanísimo, segundo porque si no fuera porque hacía dos minutos había terminado de ver el documental, Hassabis no sería más que un nombre completamente desconocido y olvidable para mí. Pero aquí no termina todo.

Cuando me pongo a leer sobre Hassabis y su premio, leo que trabajaron en un proyecto que se llama Alphafold. Me sonaba, me sonaba mucho y entonces voy a estos artículos que les comenté que publicaba allá por los años 2007/2010… Y, efectivamente, algo había escrito y aprovecho, un poco pretenciosamente para repetir lo que decía la gente: “¡ya escribiste de todo! Había escrito un artículo sobre Foldit que, investigando sobre lo que ellos mismos dicen. Estábamos hablando de lo mismo. Cito:

“Probablemente sepa que David Baker fue uno de los cofundadores de Foldit, pero ¿sabía que Foldit inspiró a los otros 2 ganadores del Premio Nobel de este año (Demis Hassabis y John Jumper, creadores de AlphaFold)?

Al ver jugar a AlphaGo en Seúl, dice Hassabis, le vino a la memoria un juego en línea llamado FoldIt, que un equipo dirigido por David Baker, destacado investigador de proteínas de la Universidad de Washington, lanzó en 2008… Hassabis jugó a ese juego cuando era postdoctorando en el MIT a los 20 años. Le impresionó la forma en que la intuición humana básica podía conducir a verdaderos avances, ya fuera haciendo un movimiento en Go o encontrando una nueva configuración en FoldIt.

‘Pensaba en lo que habíamos hecho con AlphaGo’, dice Hassabis. ‘Habíamos imitado la intuición de increíbles maestros de Go. Pensé: si podemos imitar el pináculo de la intuición en Go, ¿por qué no podemos trasladarlo a las proteínas?’ (…).” (traducción libre)

Me fui entonces a mi artículo para ver qué había escrito en ese momento, ¡estamos hablando de 2009! y para mi gran sorpresa había escrito frases como estas:

“(…) cada uno de ellos, a su manera, apela a nuestra ayuda para avanzar en el mejor desarrollo de las capacidades “humanas” que tienen, hoy, las computadoras” (…) ¿Cómo descubrir si sos humano?

(…) Solo los seres humanos pueden hacerlo (y solo a veces) pero es evidente que las máquinas o robots no lo logran y entonces la entrada de spam, por ejemplo, es más difícil. Una contraseña solo para humanos (eso es un captcha).

Humanos vs maquinas, mitos y realidades(…) Google quiere digitalizar libros, pero, como se sabe, a veces es complicado distinguir cierto término, por ejemplo en textos antiguos. Las ‘máquinas’ no lo reconocen, no tienen integrado en su base ese símbolo. Muchas palabras no son reconocidas por los OCR (Optical Character Recognition) y son marcadas como desconocidas.

(…) Pues bien, la propuesta de ReCaptcha es ‘ayudáme a digitalizar: vos, ser humano, contame cómo identificás esta palabra, nosotros sacamos conclusiones y se lo vamos enseñando a las computadoras’. Mañana, con esta info humana integrada en la “cabecita” de la compu, Google podrá digitalizar con mayor exactitud.

(…) Todos trabajamos, en mundos distintos, con lenguas diferentes, con creencias, parecidas o no, siendo acá de noche y allí de día, para un proyecto en común. Empecemos a intervenir en lo que se viene. A la web del futuro, la hacemos entre todos. (Hoy, yo agregaría, a la IA, la hacemos entre todos).

(…) La consigna, sin lugar a dudas, era juntar coincidencias, unificar criterios para sacar conclusiones y empezar a etiquetar de manera más humana. En síntesis, ¿cómo describirías un río? Aquella palabra que utilizás vos, Carlos, María y Julieta es evidentemente más ejemplificadora que la palabra que solo usó Mateo. La computadora guarda esa información”.

Captura del videojuego Foldit mostrando la estructura terciaria de una proteína

Insisto, parece pretencioso de mi parte, pero, indudablemente estaba describiendo, en todo momento, cómo se entrena una máquina sin tener la menor idea de ello.

En el 2011, yo misma actualicé el post del 2009 con este comentario: “Seung, para mí, es un genio. Resumiendo: lo conozco a Seung y adopto su término y explicación de conectoma. Asocio esto con la web sináptica y hoy me lo encuentro lo más campante siendo el creador de un juego de este tipo, los ‘with purpose’. Les presento a: EyeWire, un videojuego que ¿saben lo que hace?… ¡reclutas jugadores para mapear el cerebro!

(…) Y si tuviste la valentía de llegar hasta acá, te merecés que yo de alguna conclusión: cuando uno encuentra algo interesante, es imprescindible seguirle el rastro porque, tarde o temprano, nos va a regalar algo nuevo y seguramente mejor. (…) Los inventos o creaciones no nacen de un repollo, son producto de una época y por eso, a veces, encontramos cosas similares en lugares completamente alejados y disímiles. Y esas épocas siempre tienen un antes (los antecedentes), un durante (las tendencias) y un después (los resabios).

(…) Quiero agradecer muy especialmente a Byron Spice (director of media relations for Carnegie Mellon University’s School of Computer Science) que me respondió los mails con una amabilidad y una rapidez pocas veces vistas. En ocasiones, se nota la diferencia cuando se hace seguimientos con ‘humanos’.”

¡Estoy impresionada de mí misma! Jajajaja. Sinceramente, no puedo describir lo orgullosa que me siento. Un poco soberbio de mi parte, pero, en estos días en que las cosas están complicadas, que peleamos día a día por nuestro trabajo, que tenemos que demostrar lo que hacemos en cada cambio de gestión como si fuera el primer día, puedo decir que, efectivamente, soy buena en lo que hago, que me merezco mi lugar de “buscadora y encontradora de tendencias” y que, por supuesto, no tengo abuela.