La cosa es simple. ¿Un buen experimento? Sí. Por todo lo demás solo me parece un gran (largo) ejercicio matemático. Si uno sabe un poco de programación se da cuenta de que (si no se lo explico sencillito) este relato consiste simplemente en programar una ecuación repetidamente. La diferencia entre esta “película” de Netflix y los millones de ejemplos de piezas interactivas que venimos viendo hace un par de décadas es su extensión. Nada más.

Pongamos el ejemplo del flowchart más simple

En realidad, eso es Bandersnatch. Una extraordinaria y muy cuidada creación de un diagrama de flujo. Largo, muy largo y bien armado.

Ahora bien. ¿Es original? Ni una pizca. Después de lo que vimos en la introducción, y de lo que ellos mismo hicieron con El gato con botas y Buddy Thunderstruck en 2017, y Stretch Armstrong de 2018. De original no tiene nada.

Es muy sencillo, ingresás a tu cuenta en Netflix, seleccionás la película y conforme se va desarrollando la trama llegás a un punto en donde debés decidir qué giro dará la historia: ¿los osos serán amigables o enemigos?, ¿el gato con botas deberá besar a la princesa o sólo darle la mano? El final variará según cada elección. ¿Qué opciones o tramas serán las más elegidas? ¿Serán los osos malos o los buenos los más populares? ¿Tendrán los miembros de Netflix la necesidad de ver todos los finales? Las respuestas a estas y otras preguntas son la clave para los desarrolladores ya que podrán conocer mejor a su audiencia y enfocar futuros proyectos (fidelización).

Ellos mismos las presentaban así:

¿Tiene una súper historia en la que uno se súper engancha? Pues para mí tampoco. Yo me aburrí, me aburrí mucho. Sin embargo, hay un tema por lo cual aún no puedo dar una conclusión final: ¿seré yo la espectadora ideal? Paradójicamente y haciendo eco de lo que vengo diciendo como hipótesis: “esto es solo un experimento”, creo que Netflix tampoco sabe cuál es su usuario ideal y nos pone como conejitos de indias.

A ver si me explico un poco mejor. Me podrían decir que me aburrí porque teniendo en cuenta el tema de los géneros e intertextualidad (¿es una película, un librojuego, un videojuego?), yo no soy una gamer. No juego, no sé hacerlo. No me interesa. Me sucedió lo mismo cuando apareció el videoclip y millones de programas se volvieron “videoclipizados”. Insorportable. No había modo de parar la pelota y como todo abuso… deviene una deformación imposible de interpretar. “¡Paren de interrumpir lo que están diciendo!”, “¡Dejen de intercalar huevadas”!

Entonces consultemos al gamer de 14: un embole. Los videojuegos son más rápidos y tienen historias más copadas. La historia me aburre. Vayamos al gamer de 40. Y así podría seguir casi hasta el infinito mezclando las variables según la edad, según su interés por los videojuegos, según su background literario… Porque no hablamos de eso aún, pero ¡ojo!. Una variable interesante para tener en cuenta: el de 14 puede ser que juegue videojuegos, pero de guiños al lector…. ¡Nada! Y se perdió Alicia en el País de las maravillas, Matrix, etc.

Y aun así alguien podría refutarme con la siguiente respuesta: cada uno lee/juega un texto/juego en el nivel que le interesa o puede. Lo que llamamos niveles de lectura. El hecho de que este usuario no se haya dado cuenta de las “guiños al lector/televidente/usuario” o intertextualidad con otros relatos no significa que no pueda gustarle. No se avivó de la relación o referencia “subliminal” a Alicia en el País de las Maravillas e igual le pareció una historia interesante. Es verdad. Pero en lo que a mi concierne, justamente porque creo que la trama en sí misma es mala, si uno no lee todo eso… definitivamente me parece una trama pobrísima.

Y acá hay otra variable que se suma. La comprensión del término “meta”. La cajita china. En Bandersnatch se habla mucho sobre “Bandersnatch” (entre otras cosas). Si no captás eso, para mí también se pierde mucho. Porque Netflix mismo ironiza sobre el tema.

—Entonces estás siendo controlado por alguien en Netflix. ¿Qué es Netflix? –le pregunta la psiquiatra a Stefan.
—No lo sé. Es una especie de entretenimiento del futuro.

Profundicemos. Hablamos de metatexto o metadiscurso cuando encontramos un texto/juego/etc. en el que se habla de él mismo, pero de manera crítica, como “desde afuera”. Yo escribo una poesía en el que el tema o uno de los temas es justamente sobre “la poesía”. No hace falta que ni la mencione. Uno puede darse cuenta de que está hablando de esa forma narrativa. Un metatexto es un texto autorreferencial: habla de sí mismo, se nombra a sí mismo. Gerard Genette lo explica mejor en la página 13 de su texto Palimpsestos. La literatura en segundo grado.

Asimismo, con el concepto de caja china. Entendemos a las cajas chinas como cajitas unas dentro de las otras. Uno abre una caja y adentro hay otra y abre esta otra y encuentra una tercera y así sucesivamente (igual las muñecas rusas). Este concepto se utiliza en la crítica literaria como metáfora de historias dentro de otras historias. El ejemplo más conocido es el de “Las mil y una noches”. Sherezada es la protagonista de la obra, pero ella, a su vez, se convierte en la narradora de otros cuentos en los que hay otros protagonistas que también cuentan historias. Nadie mejor que Verónica Ruscio para explicarte (si elegís otra opción) qué es el efecto Droste, que, definitivamente, pertenece a la misma familia.

Y vuelvo a repetir. Si hay tanto que se pierde o que puede no ser “leído/interpretado” tenés que tener una trama muy potente que despojada de todos estos “trucos o agregados” valga la pena. No es el caso.

Un gran experimento. Que, si lo metemos en este rubro, definitivamente es muy ingenioso. No sólo porque está muy bien hecho, sino porque estructurar todo esto para “captar” “probar” “ensayar” sobre quién es el “usuario perfecto” y que él mismo ni siquiera se dé cuenta… es brillante.

De hecho, ellos mismos lo confirman. Michael Veale, investigador de protección de datos en el University College London, se comunicó con ellos y les pidió que le enviaran y explicaran qué tipo de datos la serie permitía “recaudar”. Le respondieron con datos que reflejaban todas las múltiples elecciones que cada usuario realizó durante el visionado de Bandersnatch. Las tuyas también.

¿Si la recomiendo?

Sí, a aquellos que jamás vieron una cosa así. La recomiendo como dos minutos o directamente le recomiendo una de las piezas cortitas que pusimos como ejemplo al inicio.
No, a quienes ya saben lo que es una experiencia interactiva de este tipo en la que tiene que elegir opciones. Que ni se gaste, hay mil mejores.

¿Te arrepentiste? ¿Querés intentarlo de nuevo? Podés empezar leyendo la otra conclusión, Bandersnatch, sí.

 

 

Bueno, acá se terminó «nuestro experimento», pero esto recién empieza. Si te interesa que sigamos, podés contarnos un poco de tu propia experiencia. Un ¡sí!, ¡me encantó! ¡Mi hijo de 8 la odió! ¡A mi pareja le pareció increíble! Cosas de ese estilo. Porque si hay algo que de verdad nos interesa, a Vero y a mí, es saber qué piensan otros usuarios: adolescentes, niños, adultos mayores, gamers, no gamers, cinéfilos, no cinéfilos, tecnófilos, bioquímicos, carpinteros…