Como contábamos en el post anterior, diferentes actividades se hicieron en los talleres de capacitación en el Chaco. Una de ellas fue intentar que los participantes respondieran a una encuesta doble: en tanto bibliotecario y en tanto representante de la palabra de la biblioteca en la que trabajan. Una tercera encuesta debía ser confeccionada por ellos mismos para ser respondida por los posibles/futuros usuarios.

Decimos «intentar» porque lo más interesante en estas capacitaciones es ver cómo los roles se desdibujan y hacemos o nos comportamos de un modo bastante diferente al habitual. Repito: los jóvenes no leen, no prestan atención, se dispersan, no entienden las consignas, tienen fiaca, mienten, no responden, juegan con el celular, charlan entre ellos… Los Bibliotecarios «adultos» también. La próxima capacitación, me parece que me dedico a grabarlos y listo. Más fácil y productivo que cualquier encuesta.

Ya lo decía Bourdieu: «Pero la más elemental interrogación sobre las formas sociológicas de interrogar enseña que las declaraciones que conciernen a lo que la gente dice leer, son muy poco confiables, en razón de eso que yo denomino el ‘efecto de legitimidad’. Desde el momento en que uno pregunta a alguien sobre lo que lee, el interrogado entiende: ¿qué hay en lo que yo leo que merezca ser mencionado?’. Es decir: ‘¿qué leo yo de ‘literatura legítima’?’. Cuando uno pregunta: ‘¿Le gusta la música? ¿Le gusta la música clásica ?’, lo que la gente responde no es aquello que verdaderamente escucha –o lee–, sino aquello que le parece socialmente legítimo».

En este post, entonces, no relataremos las 70 preguntas que había en las encuestas, pero sí algunas conclusiones que pueden sacarse de ellas o de nuestro objetivo específico que era saber algunas costumbres, ver los niveles de capacitación y formación, conocer perfiles recurrentes o no de los bibliotecarios y bibliotecas, etc. para seguir avanzando como colegas.

La consiga para todas las fases de esta actividad fue reflexionar sobre la importancia de preguntar. Muy simple: ¿qué le preguntarías al público que querés convocar? Pregunta y te responderán. Te responderán y sabrás qué quieren. Sabrás qué quieren y podrás satisfacerlos. Así se fideliza. Es decir, primero lo hicimos nosostros: les preguntamos a ellos y luego ellos se lo preguntaron, hipotéticamente a otros. Y en este ir y venir los roles de quien pregunta y quien responde, fueron cambiando. Así también como las actitudes que señalábamos más arriba.

Por supuesto que la charla previa a todas estas encuestas rondó en la incapacidad que tenemos, a veces, los adultos, de entender el nuevo panorama. Éste en el que nosotros no somos dueños de la verdad y que es necesario bajar un poco el copete y no imponer lo que creemos que “deben”, por ejemplo, leer. La importancia de preguntar como único medio de no ser simple monologuistas. Y más que nada, para empezar desde cero con aquellos problemas que esta nueva relación y panorama traen consigo.

Las encuestas son casi un pretexto. No somos sociólogos ni nos ocupamos de esto. Sin embargo, para mejorar, hay información que se puede analizar desde la experiencia. No toda la data nos interesa en sí misma. A veces nos interesa lo que no se responde o cómo se responde o si se entendieron los términos de la pregunta, etc. Nos interesaba más saber qué conceptos manejaban que les permitiera entender o transmitir otros.

Vayamos a un ejemplo: si lee en digital o lee en papel no es hoy algo que como formadora me interese, pero sí me interesa saber si un bibliotecario reconoce la diferencia de los términos para, mínimamente, empezar a hablar de la transmisión o promoción de algo. Parece ridículo y sin embargo no lo es. Uno de los encuestados respondió: «Leo impreso, leo digital y leo páginas de Internet».

En algunos cassos, hemos podido comprobar que la formulación de la pregunta traía consigo mejores o peores respuestas. Nos pasó algo de eso con la siguiente pregunta: ¿se organizan talleres de lectura en la institución? O, ¿has sido moderador de un club de lectura en tu trabajo? Cuando fueron los participantes quienes tuvieron que preguntar, fueron más específicos: ¿te gustaría participar en talleres de debate de los géneros que te interesan? Una pequeña vuelta de tuerca que, posiblemente, haga de la pregunta, una premisa más convocadora.

Preguntar, aprender a preguntar, saber qué preguntar, cómo preguntar, «dignarse» a preguntar, «dignarse» a aceptar la respuesta.

La opciones de respuesta también fueron importantes porque allí fue donde más aprendimos los formadores, los de «este lado» del mostrador. Éramos tan cultos…. Soberbia, se llama. Pura soberbia. En la encuesta original, preguntamos: ¿qué tipo de género preferís? Y por supuesto fuimos clásicos y modernos en las opciones. Desde el ensayo al animé. Y el entorno, el panorama, las circunstancias, esta vez, no fueron tomadas por nosotros. Jamás hubiéramos puesto opciones tales como: Autoayuda/espirituales; Manualidades (tejidos, confección de pulseras, etc.); Medicina alternativa; Entretenimiento (chistes, coplas, etc.); Biografías; Guías turísticas; Efemérides. Grave error porque cuando preguntamos qué tipo de cursos/talleres se dictaban en la biblioteca, éstos eran sus contenidos. Los tildamos de antiguos, resistentes (a las nuevas tecnologías),de faltos de visión, de miedosos, de… Nosotros lo fuimos también. Fuimos prejuiciosos y limitados.

Porque enseñamos a preguntar y aprendieron tan bien, que nos enseñaron a preguntar a nosotros…

Fuimos duros. Pensamos que ahondábamos en temas trascendentales. Pero a veces, lo más insignificante o lo que damos por obvio es lo más trascendental. Preguntamos por el espacio, el confort, la distribución y esas cosas que tienen que ver con el acto de la lectura puro. Sin embargo, no preguntamos cosas como: ¿Qué te parece el uso del wifi libre y gratuito que ofrece la biblioteca? o ¿Te gustaría tener un buffet en la biblioteca?.

En un momento dado, cuando hablábamos de preguntar y de conocer al “otro”, ese otro al que queremos convocar, comentábamos el hecho de que, a veces, una pregunta que parece inocente o hasta superficial, puede ser útil para que se nos ocurran ideas. Nuestra pregunta fue la siguiente: ¿En qué contexto o situación (leés)? Opciones: En silencio; Con música de fondo; Sentado/a; Acostado/a; Comiendo; Viendo la televisión…. Lo que intentábamos era demostrar que si conocemos los hábitos que no necesariamente tienen que ver con la lectura, por ejemplo, comer, podríamos pensar en actividades que se relacionen. Por ejemplo, Tomar un té mientras leemos policiales negros o convocar a la panadería de la esquina para que traiga unas palmeritas, el día que se lleva a cabo el club de lectura. De allí, poder reflexionar sobre la importancia de la lectura en relación con otras disciplinas y profesionales implicados en el acto de leer.

Fueron críticos y se arriesgaron a ponerse como objeto de discusión: ¿suele pedir sugerencia a los bibliotecarios?; ¿Está conforme con las recomendaciones de los bibliotecarios?; ¿Cómo considera el trato de los bibliotecarios? Agregaría: ¿le parece que el bibliotecario puede responder a sus necesidades? ¿puede enseñarle a ser autónomo en la biblioteca? ¿logra transmitir de lo que conoce?.

El tema de las recomendaciones, tan importante él, tampoco fue exprimido. Pero acá van algunas preguntas que obviamente incluiremos en próximas encuestas: ¿Cuáles fueron los libros que te recomendaron? ¿Quiénes? Y lo más importante ¿Los leíste? Y podríamos dar un paso más que sería respecto a la autonomía que tienes o no al elegir (hablamos de los textos “no obligatorios”, sino más bien de ficción o lectura por placer) ¿Te acercás espontáneamente a solicitar algún título? Y seguimos con preguntas bien focalizadas respecto al tema de las recomendaciones: ¿le recomendarías alguna película a un amigo/a? ¿Cuál? Igual pregunta respecto a un libro. Porque, a partir de allí se puede pensar en aplicaciones de recomendación, en la posibilidad de convocar a booktubers o convertirnos en uno, etc. Toda pregunta debe llevar consigo, casi como efecto, una actividad real y posible de llevar a cabo. Una pregunta tiene que tener una consecuencia. Toda respuesta tiene que causar un efecto.

«Los lectores llegan a la literatura por motivos diversos. Algunos aseguran que solo buscan entretenimiento y cuando piden una recomendación, aclaran: que no me haga sufrir, por favor. Otros, por el contrario, están siempre dispuestos a arrojarse al vacío pero necesitan garantizarse un guía confiable.» Dice Hinde Pomeraniec. Y citando a James Williams, agrega «En su artículo, Williams dice que no siempre funciona de manera literal aquello de que todos buscamos historias que hablen de lo que nos pasa para sentirnos menos solos: ni todos los adúlteros van detrás de novelas como Madame Bovary así como no todas las personas en duelo quieren leer historias de pérdidas. Cada relato tiene un sentido diferente para cada lector, explica, y asegura que es ‘fascista’ -usa ese término- pretender imponer una interpretación determinada. Es, también, un esfuerzo presuntuoso: ningún lector responde igual que otro, por lo tanto es inútil intentar imponer una forma de leer.» Yo agregaría que es inútil imponer una interpretación y más inútil aún imponer la lectura. Punto.

En ningún momento se nos ocurrió preguntar sobre las actividades autónomas o más que las actividades, las habilidades de los usuarios. Nosotros que estamos tan al día con la experiencia del usuario y la infoxicación y etc…. La pregunta la hicieron ellos: ¿crees que sos capaz de discernir entre la información verídica y la incorrecta o falsa en Internet?.

Volvamos al inicio. Preguntamos para saber y hemnos descubierto que algunas cosas, definitivamente no saben. No lo quieren decir y es una pena porque entre todos tenemos que pensar en nuevas capacitaciones. El ejemplo más concreto fue en las preguntas que guardaban relación con las nuevas tecnologías. No es que no sabían, no entendían ni siquiera la pregunta. Insisto, hablamos de la incomprensión lectora que tienen los jóvenes hoy en día. Creo que primero deberíamos tener la capacidad de ser autocríticos y pensar en nuestra propia incomprensión lectora

Algunos, por supuesto, no todos, no sabían diferenciar entre una red o red social o plataforma o formato por lo que evidentemente las respuestas iban a ser o erróneas o confusas o directamente no respondidas: pedimos referentes que «siguieran» en las redes o blogs que consultaran y contestaban sin ninguna distinción, lo siguiente: Youtube, Conectar igualdad, Google, DigiBePé, [email protected], Conabip, Biblioteca popular…

Y esto es importante señalarlo porque varias bibliotecas han puesto que tienen capacitación digital. Sin embargo, no se denota un conocimiento ni siquiera básico en cuestiones de redes. Y lo señalo, no como simple crítica, sino más bien para emparentar, una vez más a los adultos con estos jovencitos (falsos nativos digitales) que lo saben todo. Tanto estos adultos como esos jovencitos no saben, realmente, utilizar lo digital con criterio o a conciencia o con objetivos claros y precisos. Tan solo entran a facebook, usan el correo electrónico, etc. Eso no significa estar capacitados en nuevas tecnologías. Falta mucha formación. Pero falta también un poco de sinceridad para seguir aprendiendo.

Pero no solo a nivel digital. Fue muy difícil que respondieran cuál fue el libro más pedido en préstamo o para consulta en su respectiva biblioteca. Respondieron con títulos concretos pero también respondieron: De estudio gral p/niveles/usuarios mayores novelas (?); estudios; novelas, cuentos, poesías; libros de texto o géneros literarios, materiales pertenecientes a cualquier tipo de textos; cuentos, novelas y textos de lectura. Muchos (pero muchos) no respondieron.

Al menos, aquellos que respondieron, nos dejaron una preciosa sugerencia para la Conabip: si quieren donar libros… ¡Donen Martín Fierros! Ha sido señalado como el libro más pedido en préstamo, en la mayoría de las bibliotecas.

A veces, lo que salía, salía casi sin querer. La mayoría, en la charla, hablaba de los jóvenes, de esto de que hay que convocarlos, llamarlos, que no vienen, etc. Sin embargo, cuando se les preguntó qué target no acudía a sus bibliotecas, en las encuestas, hubo dos públicos interesantes nombrados y deseados: los adultos mayores y las mamás. Y ahí, una vez más, lo interesante fue ponerse a pensar por qué sería un público al que nos interesara fidelizar. Es decir la reflexión «subliminal». ¿Porque son transmisores de la narración oral?. ¿Porque son los que identificamos como nuestros primeros lectores (padres y abuelos)?, ¿porque las mamás traerán luego a sus hijos?. Pues no lo sabemos. Pero, en todo caso, es una vastísimo mundo para explorar y asociar con otros temas que se trataron en la capacitación como las bibliotecas humanas, las madres solteras, nuestras primeras lecturas, etc.

Es importante entender que en las capacitaciones, aprendemos todos y más importante aún que cada formación avecina una todavía mejor. Y por eso, también cuando vemos que los docentes, formadores, etc. dan el mismo curso, los mismos textos, las mismas herramientas durante años y años, lo primero que decimos no es: ¡qué chanta! (eso es lo segundo), sino más bien, ¿no se aburren?. No sé ellos, pero a mí me gusta seguir aprendiendo, preguntando, escuchando, creando nuevas actividades, proponiendo nuevas lecturas. En fin, no parar.