Hay un concepto que nadie puede negar: las matemáticas representan uno de los grandes cucos en la escuela. Y por eso, a veces es tan difícil enseñarlas. Llegamos con miedo a ellas y esta sensación no ayuda. Nos resistimos y entonces, para el docente, su tarea se vuelve doblemente dura porque debe luchar también contra ello.
Pero ¿dónde nace la resistencia? ¿Son las matemáticas, son los ejercicios? Si tuviéramos que utilizar personajes para caracterizar las diferentes áreas sería, a mi modo de ver, una cosa por el estilo: la profesora de literatura es la maestra ciruela, el de cine es el joven moderno, el de tecnología es el eterno adolescente que juega a los videojuegos, y el de matemáticas… ¡es un señor serio y con bigotes! (sin ofender ¿eh?: yo formo parte del equipo de las maestras ciruela…).
Lo que intento decir es que las matemáticas son cosa seria, no se hacen chistes con ellas. Este es el gran error, el preconcepto que se tiene y que, lamentablemente, no cambiará hasta que no se demuestre lo contrario. Cuando un alumno se lleva matemáticas es el Apocalipsis (“¡se llevó una difícil!”). Hasta ahora, escuché, en varias ocasiones, a madres que decían a sus maridos: “Andá a dormir, yo me quedo con la nena a leer el Quijote”, pero nunca escuché a una mamá diciendo: “me quedo con la nena para explicarle las ecuaciones ….” A menos que sea ella misma profesora de matemáticas. Para la seriedad del caso, sólo una profesora particular o una especialista están a la altura de las circunstancias.
Me parece que este es nuestro primer problema. Y nuestro primer objetivo: romper con este miedo y estos preconceptos. Como matemática frustrada y evidente miembro del grupo de las ciencias sociales, me gustaría que esta dicotomía desapareciera y que ambos campos fueran más amigables.
Por eso y para ello, hay dos caminos posibles (y seguramente más). Uno, tratar de hacer un trabajo multidisciplinario que amenice el aprendizaje estimulando a aquellos alumnos a los que no les gustan las matemáticas, con otros campos. Segundo camino: las nuevas tecnologías, que han demostrado ser motivadoras respecto de más de un tema en el que antes no nos metíamos o no nos interesaba.
¿La multidisciplinariedad ayuda? Para responder, se podría empezar presentando a alguien que no conozco (pero que me encantaría conocer): Claudi Alsina. Muchos de ustedes seguramente habrán oído sobre él, porque está presente en cada Olimpíada argentina de matemáticas. Para los que no, la introducción:
Claudi Alsina es un matemático y geómetra. Algunos de sus artículos o conferencias son para especialistas, pero hay varios que están al alcance de la gente como uno (los no especialistas). En eso radica, justamente, su valor, porque están pensados (y pensadas) con mucho sentido del humor, tratando de seducir a “los otros”, los miedosos. Alsina pertenece al grupo que se dio cuenta de que era más fácil enseñar tomando otro camino o varios simultáneamente. Particularmente interesado en la pareja matemáticas-literatura es llamativo ver el nombre de sus ponencias: “La matemática hermosa se enseña con el corazón”; “Entre la realidad y la utopía… nosotros, los de mates”; “Asesinato en el Mathematics Express”; “El teorema del amor”; “Las geometrías no son para el verano”. Si usted no es matemático y no le dio curiosidad, cambie de canal.
Así como hace poco decíamos que el hecho de usar una pizarra digital para enseñar geografía con el mismo mapa que antes mostrábamos en papel no significa necesariamente innovar, lo mismo sucede con la multidisciplinariedad. «Poner en una ecuación en lugar de dos hombres dos caracoles, no significa que estemos utilizando la biología para enseñar matemática», dice Alsin.
Las «sociales» y las «exactas» no son tan incompatibles como algunas personas creen. Ni el arte, ni la música, ni el cine deberían quedar afuera en un programa donde se intente enseñar las matemáticas. Hay un sitio: Divulgamat, que lo demuestra de una manera contundente con actividades, artículos, exposiciones, etc., en los que se aplican cada una de estas artes para las actividades en las clases de matemáticas.
Trabajo similar al de divulgamat, es el que llevó a cabo Danie Giralt-Miracle, Gaudí. La búsqueda de la forma : espacio, geometría, estructura y construcción. El profesor Balbuena también se apoyó en la literatura para enseñar ciertas categorías matemáticas. El Quijote y las matemáticas.
Trabajos alentadores y novedosos. Pero también está el caso de Pilar Moreno Gómez: profesora de Matemáticas de secundaria y fotógrafa, que hizo de esta interdisciplinariedad su hilo conductor, decidió reunir sus grandes amores y devino “fotógrafa matemática”. Dijo Pilar: “(utilizo) la fotografía matemática como una herramienta para atraer a (los) estudiantes hacia las Matemáticas. (…) cuando ves y les enseñas a los chicos que la sucesión de Fibonacci está en los girasoles o en las piñas se quedan impresionados y se dan cuenta de que las Matemáticas están por todas partes. Si cortas una manzana, el pentágono que aparece es el pentágono áureo. En las flores hay cientos de ejemplos similares y, si lo tienes cogido con la cámara, los chicos lo ven”.
O sea que para aprender uno debe sentirse cómodo, y eso es lo que me parece que nos da miedo de las matemáticas. Nos resultan ajenas, exteriores. Si entendemos que las estructuras matemáticas están en cada aspecto de nuestras vidas como en una manzana, y que Fibonacci no es un nombre difícil de pronunciar, posiblemente sería más fácil.
El segundo camino: las nuevas tecnologías. Preguntas, millones: ¿cómo incorporar las nuevas tecnologías?, ¿para qué incorporarlas?, ¿aportarán algo a la enseñanza de las matemáticas?, ¿qué tipo de actividad evidencia un mejor aprendizaje junto a las nuevas tecnologías?, ¿lograrán las TIC que las matemáticas devengan más “amigables”?
A veces sólo se necesita un pequeño truco motivador en las propuestas, en el tipo de ejercicios. Mazas y Arias tuvieron una idea interesante: El carné del calculista. Una de las críticas que se le hace al uso de las nuevas tecnologías en las clases se resume en la famosa frase: “La calculadora te hace el trabajo. Las nuevas, ¡falta que te cocinen!”. Sin embargo, Arias y Maza creen que una cosa no es incompatible con la otra. En el método que proponen, los chicos se “ganan” el derecho a usar la calculadora cuando obtienen el “carné del calculista”. El carnet se logra sólo cuando ya se han hecho varios cálculos con “la cabeza”. Y además, el carnet no dura eternamente. Todos los meses, los alumnos tienen que renovarlo. “Tengo varios alumnos cuyas circunstancias parecerían empujar a un desinterés total por la asignatura. Sin embargo, están como locos preguntándome cuándo podrán hacer la prueba para obtener el carné”, cuenta Maza.
Podemos hablar de otros, por ejemplo los supersitios: sitios que proponen infinidad de ideas, proyectos, software para descargar y concursos. En algunos, hay foros que estimulan, tal su función, el trabajo colaborativo: intercambio de ideas, de experiencias y de actividades.
Para nombrar algunos: el sitio de Antonio Pérez, donde los nuevos medios juegan un papel muy atractivo aunando la tele, internet y otras yerbas con las matemáticas, Jueduco (Juegos de matemáticas), etc.
Aplicaciones de matemáticas on line. No son recursos sino más bien herramientas para que la enseñanza de cualquier material se amenice. Como ya dijimos, no sólo hay que utilizar las nuevas tecnologías para “parecer” actualizados, hay que utilizarlas porque, en muchos casos, motivan al alumno, por ejemplo:
GeoGebra. Es un software libre para aplicaciones que reúne aritmética, cálculo y geometría. Se pueden generar tanto gráficos como fórmulas matemáticas.
JClic: una buena aplicación interactiva para enseñar matemáticas: colección de actividades de matemáticas.
Debido a mi incapacidad en la materia, todos estos programas y aplicaciones no han sido comprobados de manera directa, así que en hago un pedido a la solidaridad para que los prueben y den su opinión
Me olvidaba: ¡hay un tercer camino! El humor: ese nunca falla. Si no, espíen estos links:
Cronoludia: Leyes de Murphy para matemáticos. 1ª entrega
Cronoludia: Leyes de Murphy para matemáticos. 2ª entrega
Como final de artículo, les cuento por qué soy una matemática frustrada. Tal vez parezca muy personal hacerlo, pero me parece que casi 25 años después y salvando las distancias y las circunstancias, pueda, de alguna manera, ejemplificar todo lo que hemos venido tratando. Estaba en tercer año y me encantaban las matemáticas, me resultaban sumamente fáciles y era de esas alumnas que hacían los deberes sin papel, así nomás, mentalmente. El ciclo se terminaba y era obvio que yo iba al “físico-matemático”.
En mi colegio, quiero aclarar, había: biológico, pedagógico, letras, físico-matemático y común. La decisión ya había sido tomada, pero hubo una reunión, “la” reunión donde me quedé mirando a mis futuras compañeras y escuchando las actividades de los venideros dos años. Entre ellas no figuraban varias, pero una evidentemente me hizo tambalear: ¡no se iban de viaje de egresados!. “Eso no es vida”, pensé y me fui al “común”. No sé si quedó claro por qué dejé las matemáticas. Lo que quise transmitirles es que las matemáticas, aún en esa época, eran algo excluyente. Si se estudia matemática uno es aburrido, las clases de matemáticas son aburridas, y yo… amaba las matemáticas pero también “lo otro”.
Esa división, esa incompatibilidad es la que no nos permite enseñar o aprender con la misma comodidad con la que nos movemos en otras materias. Es necesario, creo, terminar con la idea fuertemente arraigada de que las matemáticas son necesariamente excluyentes, distintas, exclusivas y difíciles. Porque el viaje de egresados era, para mí, el símbolo de algo divertido en oposición a algo muy tedioso. Y pensé qué terrible iba a resultar aguantarse dos años de aburrimiento. Imagínense si me hubiera dado cuenta de que eran diez años (contando colegio y universidad) de “eso” que se me presentaba como un panorama aterrador.
Moraleja, o corolario (para estar más a tono), todas las materias deberían incluir “viaje de egresados”…
Actualizando con un video increíble que habla de todo y lo muestra
Artículo escrito en el 2008. (Links actualizados)
Es reconfortante ver cómo se va tratando de difundir no sólo que estudiar matemática es importante, sino que la matemática está en cualquier estudio que se quiera emprender y que, además, no debería relacioanrse con el aburrimiento ni la falta de creatividad.
Soy ingeniera y me encantan las matemáticas, me divierten los juegos, los acertijos, me eleva relacionarla con música, pintura, construcción, religión y otras artes. Sin embargo, siempre me he topado con un doble prejuicio: el de que los matemáticos es para aburridos y para gente que se encierra en su mundo y el de que los ingnieros somos, además de aburridos, limitados en la capacidad de soñar.
Sin embargo, es muy notable cómo muchos matemáticos e ingenieros encuentran pasatiempos relacionados con otras artes: conozco varios matemáticos luthiers, escritorios, compositores, pintores y magos.
Pero en este terreno de reivindicación creo que ayudaría mucho quitar la máscara a aquellos que sostienen que no entender matemáticas es un signo del cual enorgullecerse. Me he visto rodeada de proferionales, y esto sigue siendo así, que hacen alarde de que no les gusten o no entiendan las matemáticas. Como embanderados en que esta ignorancia es la que les permite desarrollarse en otros campos de conocimiento que los elevan por sobre los de las ciencias duras. Estoy convencida de que es una «postura» de que en muchos casos ni hicieron el intento, más allá de su paso por las matemáticas obligatorias de la escuela, de un acercamiento real.
Creo fuertemente que esa «postura» para separse del aburrido que piensa siempre en lo mismo y que no comprende otros ámbitos reafirma un mensaje implícito que le juega muy en contra a todos los esfuerzos que podamos hacer por acercar las matemáticas a todos.
Alejandra Santos
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Es reconfortante ver cómo se va tratando de difundir no sólo que estudiar matemática es importante, sino que la matemática está en cualquier estudio que se quiera emprender y que, además, no debería relacioanrse con el aburrimiento ni la falta de creatividad.
Soy ingeniera y me encantan las matemáticas, me divierten los juegos, los acertijos, me eleva relacionarla con música, pintura, construcción, religión y otras artes. Sin embargo, siempre me he topado con un doble prejuicio: el de que los matemáticos es para aburridos y para gente que se encierra en su mundo y el de que los ingnieros somos, además de aburridos, limitados en la capacidad de soñar.
Sin embargo, es muy notable cómo muchos matemáticos e ingenieros encuentran pasatiempos relacionados con otras artes: conozco varios matemáticos luthiers, escritorios, compositores, pintores y magos.
Pero en este terreno de reivindicación creo que ayudaría mucho quitar la máscara a aquellos que sostienen que no entender matemáticas es un signo del cual enorgullecerse. Me he visto rodeada de proferionales, y esto sigue siendo así, que hacen alarde de que no les gusten o no entiendan las matemáticas. Como embanderados en que esta ignorancia es la que les permite desarrollarse en otros campos de conocimiento que los elevan por sobre los de las ciencias duras. Estoy convencida de que es una «postura» de que en muchos casos ni hicieron el intento, más allá de su paso por las matemáticas obligatorias de la escuela, de un acercamiento real.
Creo fuertemente que esa «postura» para separse del aburrido que piensa siempre en lo mismo y que no comprende otros ámbitos reafirma un mensaje implícito que le juega muy en contra a todos los esfuerzos que podamos hacer por acercar las matemáticas a todos.
Alejandra Santos
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