Ya hemos hablado de Tinder (y su «versión» Grindr), esta aplicación que compite con Happn en el mundo de las citas, encuentros amorosos, del “matchmaking”, etc., en dos ocasiones:
La primera, cuando explicamos el concepto de speed dating (léase speed-booking). La segunda, cuando comentamos la fuerza de estas aplicaciones en relación al tema de los “recomendadores” de libros.

Es indudable que en ambos artículos, hemos querido señalar el uso de las nuevas tecnologías, la importancia de tener en cuenta al usuario y, en función de ello, elegir la aplicación indicada y la capacidad de las mismas para atrapar, seducir y convencer para fidelizar a un público ferviente de cosas equiparables.

Todos queremos a “otro”, para amarlo, para hacer el amor, para salir a pasear, etc.

Casi diríamos que el amor y sus aledaños (sexo, Amistad, compañía, fiesta, etc.) son los condimentos (o necesidades) más universales del mundo. Así que, una vez más, alguien pensó en Tinder como una aplicación estratégica.

La artista rusa Ilmira Bolotyan hizo un experimento. Se inscribió en Tinder y, cuando lograba “matchear”, le pedía a los hombres que la cita fuera en un museo. Pagaba la entrada y les hacía una visita guiada. Uno de sus principales objetivos era lograr que los hombres conocieran o concientizaran sobre el arte contemporáneo y obtener sus opiniones al respecto.

«Fue ‘la curiosidad social’ lo que me hizo hacer esto», dijo Bolotyan. Nunca había utilizado la aplicación y quería saber por qué todo el mundo hablaba de ella y quiénes son, en realidad, los que la usan».

De esto tengo para hablar un artículo entero (podría llegar a la nouvelle) como usuaria e investigadora. He cotejado “resultados” con otros/as usuarios/as de diferentes países y edades. Cambia mucho quién lo usa y cómo lo usa: fotos específicas, comentarios particulares, edades que se buscan y se encuentran, etc. Pero, como dije, lo dejo para otro momento. Volvamos: «En su mayoría hombres de mi edad, alrededor de 35, me enviaron un mensaje», dijo la artista.

En una ocasión, conoció a un migrante de 20 años de edad procedente de Asia Central, que dijo que los moscovitas no solían contactarlo (darle bola, digamos), y que no sabía qué lugares visitar en la ciudad. Así que cuando ella lo invitó a un museo, no esperaba encontrarse con alguien tan curioso. Hizo un montón de preguntas, y realmente trató de entender el arte contemporáneo.

Muchos otros hombres hablaban groseramente sobre el arte contemporáneo, diciendo que no lo entendían y que pensaban que la mayoría de las obras de arte eran basura. Un buen número de los hombres dijeron: «¡¡¡¿Por cuánto tiempo se puede hacer tal alboroto sobre Black Square?!. Famoso cuadro de Kazimir Malevich de 1915.

Como resultado de su experimento, elegió 12 historias para su exposición individual en la Fragment Gallery de Moscú. Un amigo suyo fue sacando las fotos de estos encuentros y, por supuesto, nunca se ven las caras de los susodichos.

Así que ¡ojo con Tinder! ¡Quien te dice que te enganchan para ir a un museo y todo!. Eso no se hace, gente. Eso no se hace…