Es evidente que, cuando hoy se habla de tendencias (trends), no se puede de dejar de señalar la selfie. ¿Qué es una selfie? En pocas palabras, una foto que uno se saca a sí mismo (o a varios), sosteniendo la cámara o algún dispositivo móvil (celular, ipad, etc.) con la mano. Un modo de incluir al pobre fotógrafo que siempre se queda fuera del recuerdo.

En realidad, hay varios antecedentes o situaciones fotográficas similares. De hecho, hay selfies que se hicieron hace años pero no sabíamos que eran selfies o mejor dicho, aún no existía una nominación de este acto y como, ya dijimos en alguna ocasión -“Pero ¿por qué se decide que la combinación de ciertas letras o semi palabras conformen una nueva palabra? No es alguien sino más bien una necesidad quién lo decide. Una nueva circunstancia, un nuevo grupo de contenidos “exige” ser nominado. (…) Cuando ciertas áreas empiezan a “ponerse de moda”, significa que nuevos conceptos y palabras van a surgir.”- o sea que ya existían pero no tenían un nombre que las designaba.

Hoy, podríamos agregar: cuando una actividad se vuelve tendencia (trend) es necesario nominarla para seguir con su consecuente viralización y para que, de paso, todos llamemos a las cosas por su nombre (y nos entendamos).

En 2009, escribí: “La fotografía es el arte del instante. Del movimiento sin desplazamiento. Del deseo instantáneo, del sueño en papel, de la idea fija (literalmente hablando). Los fotógrafos son como los creadores de cuentos cortos. La brevedad en un solo renglón fijo. La descripción acotada de una idea infinita.”

En este contexto, la selfie sería una instantánea del ego. Una idea fija del ego. Un cuento corto sobre uno mismo. “Un fotógrafo es un historiador. No cuenta con palabras, cuenta con imágenes. El mundo y la historia en una sucesión de instantáneas, de momentos históricos visuales. Si queremos aprender a contar, sea cual sea la historia, el modo o el medio, podemos utilizar la fotografía.”En este caso, somos historiadores de nuestra propia historia.

Dejamos testimonio de nosotros.“Somos los narradores visuales de nuestra memoria. La fotografía no es ingenua, es la gubia que talla los hechos. ¡Es un testigo por excelencia!» Y con la selfie, como testigo de nuestras más íntimas expresiones, ésta deviene una autobiografía en imágenes.

Pero las selfies no llegaron solas. Vinieron con su hermanas las fotos de gatitos, piecitos (o piececitos) y comidas. Con los gatos y los pies, vaya y pasa. Cada uno fotografía lo que quiere, pero el tema de las comidas es un temita del que discuto más a menudo de lo que me gustaría. “Félix en la repisa”: foto de gato. Asumo que el bello gatito se llama Félix. Todo bien. Pero “Comiendo con mi amiga Bet” y se ve un bife de chorizo con papas fritas…

No entraré en detalle porque me pongo en maestra ciruela y empiezo con la semántica. Pero sépanlo: las selfies y el ego no llegaron solos, trajeron compañía.

La selfie que hizo más popular el concepto, posiblemente fue la famosa convocada por Ellen DeGeneris en la última entrega del Oscar que, en realidad, fue sacada por Bradly Cooper que seguramente tiene el brazo más largo…

Pero las primeras, primerísimas, fueron, posiblemente las sacadas en 1920, en Nueva York, en el techo del Marceau Studio. Podemos ver unos muchachos, Joseph Byron y Ben Falk, que sostienen una cámara (nada digital, ella) con sus brazos. Integrantes todos (incluso los que no sostienen la cámara), de la Byron Company, una casa de fotografía (1892). Empresa que sigue funcionando de hijo en hijo, hasta el día de hoy.

Retomemos. Las selfies, como cualquier otra tendencia, van dispersando sus redes a través, justamente de las redes sociales (que para eso están). Uno de esos espacios que han tomado por asalto, son los museos.

Las selfies en los museos

El Art Project de Google fue lanzado hace como tres años como una especie de museo virtual. Usando cámaras panorámicas montadas en soportes móviles, Google captura las obras de arte de varias instituciones de todo el mundo, todo el tiempo, tratando de no ser visto. Un muchacho, Mario Santamaría, tiene un tumblr que se llama Camera in the Mirror o The Phantom of the Mirror  en el que fue acumulando tomas del momento en que Google hacía este recorrido por los salones. Como dichos salones están cubiertos por espejos, lo que resultaba eran especies de selfies de estos soportes móviles.

En la Crawford Art Gallery, en Cork, se pueden ver expuestas varias estatuas de yeso greco-romanas. Un usuario de Reddit tuvo la brillante idea de fotografiar la colección del museo para que se vea como si las estatuas mismas se estuvieran tomando una selfie. Acá se pueden ver los originales.

El poema de Ramón de Campoamor dice: «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira». En el caso de las selfies sería: … según el ángulo en el que se ponga la cámara (o se acomode el brazo).

Porque la selfie, lo que tiene como rasgo característico es el ángulo. Una foto que está tomada desde una cámara que es sostenida por un brazo (que de hecho pertenece a la persona que sale en la foto o a una de ellas), necesariamente produce un efecto particular. Algunos hacen trampa. Y logran “alargar” el brazo, pero generalmente, es un brazo. Si son más de dos personas, se elige al poseedor del brazo más largo o, en su defecto, al especialista en el tema.

El 22 de enero de este año, se llevó a cabo el Día de las selfies en el museo. Un día en el que muchos de los principales museos del mundo animaron a sus visitantes a posar delante de las obras, sacarse una selfie y compartir las fotos en Twitter con el hashtag  #MuseumSelfie. Mar Dixon es su creadora. Algunos números que ella mismo publicó:

#MuseumSelfie 07.10am GMT
352 fotos; 3413 Tweets; 2045 Contribuyentes
Los medios se enteraron y comenzó la viralización.  El Telegraph y El Guardian fueron los primeros.
14 horas después, #MuseumSelfie 21:00:
3372 fotos; 6 Videos; 19586 Tweets; 9381 Contribuyentes

¿Por qué funcionó? Según Dixon porque era un concepto muy participativo. Era una propuesta abierta a todo el mundo. Y ella hizo lo suyo: intentó responder a todos los tweets para demostrarle a aquellos que twitteaban que había alguien que reconocía su esfuerzo.  Se concentró en los que twitteaban desde cuentas personales para que se sintieran especiales, entre otras estrategias.

El objetivo de #MuseumSelfie era simple: compartir un selfie que uno se hubiera tomado con algún objeto de arte. La premisa no era hacerlo ese día específico. Pero parece que resultó implícito y mucha gente acudió ese día a los museos. Esto causó un flujo de visitantes inesperado. Mejor. Pero no fue la intención. Sólo resultó así.

Podría seguir hablando de datos, represalias, gente en desacuerdo, pero prefiero seguir con otros comentarios. En todo caso, si a alguien le interesa todo lo que se dijo sobre, le dejo enlaces. Comentarios buenos y malos al respecto.

Maggie Lange, en el New York Magazine, clasificó en 19 tipos las selfies que se tomaron ese día. Les cuento algunas. ¡Somos tan previsibles…!: dando besos a las caras de bebés; la selfie comparativa: ¡Mirá! Mis rasgos son similares a los de esta persona; de pie delante de una escultura o una pintura de un animal gruñendo y recreando el gruñido; selfies en el baño del museo, etc.

En museos, esto es lo que sucedió. Pero como les contaba, la selfie ya se dispersó por varios otros lugares. Veamos otras experiencias que nos ayuden a conocer más lo que significan, lo que implican, cómo hacerlas, cómo no hacerlas, cuándo hacerlas, cuándo no, etc.

En el National Museum de Suecia, se llevó a cabo una exposición sobre el tema y, una vez más se pidió a los visitantes que, a partir de este disparador, hicieran sus propias selfies para hacerlas circular en las redes.

A esta altura, ya estamos todos un poco cansados. Seguimos la semana que viene con la parte (II): la eticidad de la selfie, otros ejemplos en otros espacios, algunos números, propiedad intelectual, lo que se viene y algunas perlitas más.

La evolución de la selfie. Muy buena infografía.