Volví enojada, muy enojada de mis vacaciones en Rusia. Quise entrar a tres bibliotecas. No pude entrar ni a una. Entonces me pregunto: ¿quieren o no quieren que la gente siga leyendo, conociendo, promoviendo, convocando… (podría seguir).? ¿Quieren o no quieren que las bibliotecas desaparezcan, venga lo digital y arrase con esa parte de la institución que no muestran…? ¿quieren o no quieren mostrarte lo que hacen, compartir su conocimiento y patrimonio?.

Es verdad que mi enojo no me ha permitido aún hacer una investigación exhaustiva sobre el tema, para poder verificar si son solo las grandes bibliotecas, esas que son casi museos, que son muy concurridas, o si pasa solo en algunos países, etc.

Vivimos posteando ese famoso link que con idas y vueltas, diferentes títulos y copetes dice algo así como: las mejores (100, 1000, 329, bla bla bla) bibliotecas del mundo. Las más lindas, las más antiguas, las más acogedoras, las más… No sé para qué. ¿Alguna de las personas que me envían ese link o que reciben ese link de mi parte pudo, alguna vez, entrar a alguna de esas bibliotecas?.

Vayamos a las respuestas que me dieron, a los comentarios que luego escuché, etc: «no puede entrar sin una autorización previa, sin haber pagado el “tour”, sin carnet de lector, sin enviar un mail (todas instrucciones en ruso, claro está)».

Muchachos, ¡la gente está de vacaciones, de paso, por unos días! ¿Les parece que estamos para mandar mails pidiendo audiencia (en ruso, insito)?. ¡Ya estoy acá! ¡Miro y me voy!. Podrán contestarme que “esta gente” que está de paso no es el usuario al que están persiguiendo o tratando de fidelizar. Pues grave error, porque uno nunca sabe cómo ese “cliente” puede llegar.

A veces, uno quiere entrar porque sí se va a quedar en esa ciudad, o porque después va a postear la experiencia. Y los locales, los que no están de paso, podrían acceder a ese posteo y enterarse de cosas que no sabían, y, por ende, interesarse.

Hay otra posibilidad: yo no vivo acá pero la biblioteca me interesó mucho. Hay material increíble, tienen un espacio que nos puede servir como referente, estaría bueno hacer un acuerdo con esta gente, podríamos pensar en un subsidio que permitiera…..

Pero nada de eso puede suceder porque nunca vi las instalaciones, ni observé a los usuarios, ni hablé con un bibliotecario, ni me perdí por sus colecciones, ni…

Es verdad que me quejo de Rusia porque posiblemente a todas las otras bibliotecas entré con una autorización “sin darme cuenta”: porque trabajaba allí (BPI, Bibliothèque publique d’information, Centre Georges Pompidou), porque fui a capacitar o investigar (Bibliotecas populares, Nacional, Congreso…), porque fui de la mano de una beca (BnF, Bibliothèque nationale de France), porque fui de la mano de otra beca (Bibliotecas de Firenze, Italia). La verdad es que no lo sé y reconozco que debería verificar.

Yo viajo siempre con una bibliotecaria francesa que trabaja en una de las bibliotecas más hermosas de París, Bibliothèque Sainte-Geneviève. Ella estaba más que indignada. No lo podía creer. Sin embargo, me dijo que en su biblioteca tampoco se podía entrar así como así. Pero que uno podía inscribirse y ya. Imagino que en el momento que uno llega.

También pensé que a los museos -si uno pensara que estas bibliotecas, en definitiva son tan hermosas y exclusivas como los museos- tampoco se entra sin pagar una entrada. Pero bueno, yo estaba dispuesta a pagar, ¡ese no fue el problema!. ¡No me importa si no hago el tour en ruso!. ¡Obvio que no voy a entender nada!. Pero ¡lo pago!. ¿Solo quiero ver!. No, tampoco.

Una de las más bellas era la biblioteca de Kazán. La Casa de Zinaida Ushkova es un edificio en Kazan, en la República de Tatarstán, Rusia, que fue reconstruido a principios del siglo XX en un estilo ecléctico. En 1919 (expropiada) se convirtió en un edificio central de la Biblioteca Nacional de la República de Tatarstán, una de las bibliotecas más grandes de la región del Volga. Fuimos dos veces. En la primera, llegamos y nos dijeron que había un tour pero solo en ruso. No teníamos ningún problema. Queríamos verla, olerla, sentirla. Lo demás lo podíamos leer en una guía. No nos dejaron ni eso. La segunda, estaban limpiando.

Así que intentaré desenojarme y ver si en realidad puedo entrar a otras bibliotecas: ver cómo son los lectores y sus hábitos en otros países (comen, sacan fotos, son silenciosos, piden excentricidades, se quedan muchas horas…), recorrer edificios increíbles, pispear colecciones novedosas y recordar a las bibliotecas rusas como una fea y esquizofrénica excepción. Bah, quizás ellos no quieren gente nueva y el adjetivo de esquizofrénico será eliminado. Lo prometo. Hasta ese momento, así quedará.